Yo lo que quiero es vivir

Esta es una historia real. Lo fue cuando ocurrió y lo es ahora, mientras la revivo al juntar estas palabras en la pantalla de mi tableta. Fue un día de enero de 1999, la mañana había sido muy fría, tanto que el cielo se oscureció de pronto y dejó caer una granizada como nunca se había visto antes en pleno centro de Santa Cruz. La gente se vio sorprendida por una densa capa blanca que cubrió en pocos minutos las calles, los coches, y todo lo que estaba expuesto al cielo. Yo miraba atónito desde la ventana de mi oficina, en el centro de la ciudad. Me dedicaba a la asesoría de empresas. Eran tiempos difíciles para ser autónomo (cuando no, dirán muchos). Había crisis, siempre había una crisis, pero no importaba porque tuve suerte con mi socio, amigo y compañero en la aventura, cero envidia cien confianza. Pocos pueden decir eso.

El día transcurrió tranquilo, la ciudad tardó en recuperar la normalidad y decidimos quedarnos en la oficina trabajando toda la jornada. La contabilidad puede ser una tarea gratificante, si le dedicas el tiempo para tener una visión con suficiente perspectiva; pero no es fácil trabajar con un conjunto caótico de datos y unas normas imprecisas, para obtener un resultado que obliga al cliente a pagar muchos o pocos impuestos. En fin, es fácil dejarse llevar por la presión y hacerlo mal... para satisfacción del cliente. Supongo que cuando vamos al cardiólogo lo que esperamos de él es una visión de amplia perspectiva, de la perspectiva de vivir lo máximo posible, claro.

A media tarde apareció en la puerta de la oficina la asistente de nuestro vecino, otro asesor con el que apenas teníamos contacto, y que quería hablar con nosotros. Mi socio y yo le escuchamos contar su propia crisis, nosotros de pie, él sentado tras la amplia mesa de su despacho. Había estado engañando a sus clientes durante casi un año, sin hacerles la contabilidad ni presentarles los impuestos. La medicación de la quimio era tan potente que le dejaba fuera de juego y apenas podía centrarse en el trabajo. No sabía a quién acudir. Allí, de pie, mirando a los ojos vidriosos de aquel hombre escuálido y hundido en su butacón de cuero, le pregunté: y qué quieres que hagamos ahora?. Él respondió con sencillez: yo lo que quiero es vivir.

Su viuda me dejó sus papeles al cabo de pocas semanas, como un epitafio de desorden y caos. Mirando aquella caja de cartón llena de carpetas y papeles sueltos, la contabilidad me parecía un juego infantil. La vida y la muerte irrumpen a su antojo. En aquel momento pensé que sólo nos queda, como único y verdadero acto de propia voluntad, escribir nuestro testamento.

Les dejo con una canción que siempre me ha impresionado, por lo potente de su letra. Es el tema "Testamento" del legendario cubano Silvio Rodríguez. Cada estrofa es como un globo que al principio nos eleva, nos da perspectiva y nos prepara para el momento en que inevitablemente acaba estallando, arrojándonos de la vida con mayor o menor dignidad hacia ese otro lugar. He elegido un vídeo donde se puede leer la letra mientras se escucha la canción. Espero que la disfruten como yo, y que tengan un momento de relajación para escucharla. Feliz sábado.

Manuel Ortega