¿Quién es el mago?

Lo más importante de estar en política es haber conocido a tanta gente distinta a mí mismo, a mi mundo, a lo que considero cercano y familiar. Uno no es consciente de la burbuja en la que vive, le digo siempre a mis amigos, hasta que escucha y entiende los problemas y aspiraciones de tanta gente que vive cerca, pero a la vez tan lejos. Esa perspectiva se agranda mucho más por abajo que por arriba. Descubrir, empezar apenas a conocer cómo vive tantísima gente con menos, con mucho menos de lo que uno da por sentado, da vértigo. Pero es una perspectiva muy necesaria, obligatoria, para quien decide trabajar para el Progreso de esta tierra.

Todos hemos escuchado desde siempre los tratamientos despectivos hacia quienes trabajaban duro en el campo y la mar para alimentarnos en las ciudades, a los que nos servían en tiendas o restaurantes, a los que simplemente tenían menos: ellos eran los magos. Recuerdo bien la confusión en mi mente infantil sobre aquella palabra, mago, dónde estaba la magia?. Bien pronto supe que era simple y dura pobreza, miseria de hambre, que no de fuerza y espíritu. Que diferente es mi tierra canaria, pensaba cuando me iba cada verano a la península, a mi segunda patria castellana, llena de gente tan distinta.

La mezcla de las razas mejora la especie. Yo digo que los canarios somos una raza mestiza, porque yo soy mestizo, y mis hijos son mestizos. Y todos somos y queremos ser canarios. Sé que muchos no lo ven así, y lo respeto. Pero me afirmo en mi amor a la diversidad de mis orígenes, porque ella me ha hecho quién soy y cómo soy.

Me siento canario cuando recuerdo a Mercedes, la mujer en casa que ayudó a mi madre a criarme, el cuarto de cinco hijos, aunque ella tenía 8 nietos. Era mujer pobre, luchadora, golpeada por la vida y por la gente que solo sabía aprovecharse de ella. Me acuerdo de su casa pobre, llena de gente pobre, en la Cuesta Piedra, y de aquellos sábados felices de niños llenos de mocos al traer galletas y leche. Los hombres siempre aparte, fieros, malencarados, en la barra del bar, con los ojos vidriosos y perdidos. Si ella era una maga, yo soy producto de su magia. Bendita sea.

También me siento canario cuando recuerdo a mi abuelo Alfonso, orgulloso en el cenit de su fortuna, cantándome una Habanera sentado en sus rodillas, antes de que los buitres le pasaran la factura de sus errores. Me siento canario cuando pido justicia, justicia primero para el pobre, pero también para el que sufre el escarnio inmerecido de nuestro pueblo, a menudo tan cainita. Somos gente que ha sufrido mucho, que no perdona fácilmente a los que se aprovechan, ni tolera la arrogancia de los "enterados". No somos gente fácil. Y, definitivamente, no creemos en la magia.

Pero hoy, queridos amigos, es domingo y hasta que no llegue la mañana del lunes, aún podemos contar cuentos mágicos, como la historia de la "Quinta verde", el legendario jardín de Taburiente. Espero que la disfruten.

Manuel Ortega