El pajarraco que fotografió Gabriel

Lo primero que pensó es que se trataba de una abubilla. En ese momento, su tío estaba impartiendo una lección de pilates empezando por el "imprint" en posición supina. La única que parecía prestar algo de atención a la clase era la prima Sonsolines, curiosa de las cosas y del aprendizaje de las técnicas. La niña, Brendita, no podía entender una posición en la que no pudiera subir sus últimas fotos con el ipod al tuenty, ni tampoco entendía como a Dios se le había pasado poner el wifi en el espacio igual que había puesto el aire a los pajarracos. El tío de Gabriel pasó a la posición de neutro, se levantó, abrió la mochila y sacó la cámara dotada de un zoom óptico óptimo de una conocida marca. Fue entonces cuando Gabriel dijo que debía tratarse de una abubilla hembra para justificar que el pajarraco careciera de cresta. Obtuvo dos o tres fotos de primer plano y allí se pudo ver bien, entre la hojarasca rojiza del árbol, a la supuesta abubilla hembra con sus coloridas alas. Pero sin cresta. Brendita prestó a regañadientes su ipod para mirar en el google si en realidad se trataba de la abubilla, un pájaro carpintero o un arrendajo (garrulus glandarius), también conocido como gallito de campo. En medio de la polémica apareció el macho, este sí, dotado de cresta, pero no anaranjada. No eran abubillas porque las abubillas lucen listas blancas y negras mientras que el ave inmortalizada por Gabriel era de colores diversos y muy audaces. Luego descubrimos que la abubilla es un ave consumidor de una gran variedad de insectos perjudiciales, como los mosquitos que habían estado dando la noche a Gabriel quien, de forma oculta, prefería que el pajarraco fuera, por ese motivo, una abubilla.

Fue una bonita mañana de agosto porque, entre el pilates, el "imprint" y las abubillas, nos habíamos olvidado de la prima de riesgo y otras zarandajas (zarandajus riesgosus).

Bretón