Los cristales rotos

El otro día mi amiga me preguntó que cuantos años hay que tener para no ir a la cárcel por cometer un delito. “Supongo que depende del delito” le contesté, porque mira Rato no ha ido a la cárcel y aún no es anciano.

Entonces ella me contó, que su yerno “maltratador”, le estaba haciendo la vida imposible a su hija a pesar de que ambos estaban separados, pero claro, tienen dos hijos. Su obsesión por la felicidad de su hija es tan atroz, que cuando el otro día le decía que el laurel crudo es venenoso, me dijo que cuanto era necesario para acabar con un cerdo de 80 kilos.

Cuesta trabajo escucharla, porque creo que lo dice en serio. Y es que mi amiga, está tan cansada de saltar obstáculos que ya no tiene paciencia para esperar remedios. Le entró la prisa un día en la Residencia, cuando sentó a su madre y a su marido uno frente a otro y no se hablaban, y no era porque se llevaran mal sino porque no se reconocían.  Está mal que te visite el alemán, pero que haga dos visitas a la misma familia y al mismo tiempo, es muy duro. Creo que fue ahí cuando empezó a perder el hilo conductor de la vida normalizada.

Hoy estoy en un “sin vivir”, ha venido vestida como una reina, había ido a la peluquería, y estrenaba vestido y zapatos. Ha dicho: “me he puesto guapa para la prensa”, yo le he reído la gracia, y luego me ha pedido prestadas las llaves del coche, y se las di ¿habrá estado cantando toda la mañana, como ayer, el “ciudadano cero” de Sabina?... voy a buscarla. 

Sara