Lo que creímos que fuimos

Lo peor que te puede suceder un verano es que se te incendien las ideas. Para evitarlo es esencial la prevención, mantenerlas hidratadas, evitar que estén demasiado secas o que se acumulen las malas hierbas. El buen jardinero debe pasar el rastrillo para juntar en un montón la hojarasca. Luego hay que librarse de ella porque siempre pasa un pirómano o alguien tira una colilla por la ventanilla. Es también aconsejable la fábrica de cortafuegos para lo cual se deben ordenar las ideas por colores, rojas y marrones nunca deben estar juntas ni cerca de los caminos donde deben situarse preferentemente las azules y las verdes. Algunas ideas disfrutan particularmente en las orillas de los ríos o en las playas de arenas de mares de plata. Entre bloques de ideas deben situarse bloques de silencio, si es posible a baja temperatura. Los silencios deben frecuentarse a menudo para que no caigan en el olvido o la depresión. Si los silencios se deprimen, el ruido ocupará pronto su lugar y es muy probable que salte la chispa de una tormenta en la corteza de una idea troncal. La buena noticia es que en los últimos tiempos existen lugares destinados a guardar las ideas y recuperarlas, incluso si las originales han ardido en un voraz incendio. Pero ya les digo yo que no son idénticas, están...un poco deslavazadas o desvaídas y se corre el peligro de pensar lo que no se pensó exactamente. Existe en la actualidad una corriente que es poco partidaria de almacenar ideas, originales o no. Los incendios son en ese caso ideales para que no quede rastro ni rastrojo de lo que pensamos de lo que hicimos o lo que creímos que fuimos.

Edgar