Memoria sexual de una estudiante (32)

Julia y yo, aprovechando que su marido estaba en viaje de negocios, volvimos juntas a Cuéntame una noche que teníamos ganas de juerga. Nos entraron dos tíos, maduritos, con buen aspecto. Eran periodistas. Acababan de cerrar la edición del periódico que saldría unas horas después, y se pasaron por allí a ver si pillaban algo.

Les propuse ir a mi casa a tomar la penúltima copa y darnos unos achuchones a nuestro antojo. Fue lo que hicimos. Picamos algo, jugamos a la botella borracha hasta que nos despelotamos todos y a la cama. Cerré los ojos un segundo y al abrirlos ya me encontré con los labios de mi compañero a punto de alcanzar mis pezones. Pasé mis manos por su cabeza y su cuello. Él desplazaba su cabeza de un pezón a otro. Mientras tanto Julia y el otro caballero se habían acoplado en un perfecto sesenta y nueve.

Empujé la cabeza de mi amante hacia abajo para que me lamiera el coño, asunto que hizo con envidiable técnica. Conocía perfectamente todos los sitios sensibles de la cavidad. Tenía experiencia. Me corrí manteniéndolo en esa posición. Después lo subí hasta que su polla llegó a mi boca y me la tragué de mil amores. A veces el hombre me la sacaba para ponerla entre mis tetas y frotarse con ellas. Podía, incluso, establecer unos vaivenes para que la chupara al tiempo que apretaba mis tetas sobre ella. Esta posición le gustó y la mantuvo hasta que se corrió sobre ellas y en la comisura de mis labios.

Julia y su amante nos deleitaron con sus jadeos entrecortados que anunciaban el final de su primera batalla. Los dos se corrieron en sus correspondientes bocas y también se dieron al descanso para oxigenarse un poco.

—Ahora te voy a follar a lo bestia –dijo mi amante.

—Como si me quieres partir en dos…

—Joder, como me excitas…

Le busque la polla con mis manos y la encontré en condiciones de otro asalto.

—Vamos, machote, no pierdas el tiempo…

Me abrió las piernas, me las levantó hasta ponérmelas en sus hombros y me la metió con muchas ganas. Sus entradas y salidas eran ciertamente furiosas. Pero mi vagina y mi vientre ya estaban acostumbrados a esos tratos y yo solo notaba el placer que me volvía a inundar todos los sentidos. Excitada sobremanera, me corrí contundentemente, pero no una, sino dos veces. Fue una gran follada. Él también me inundó el coño y yo, como ya venía siendo habitual, busque su polla con mi boca para degustar las últimas gotas de semen.

Julia también se afanaba con una mamada a su contrario hasta que este se corrió otra vez en su boca y ella se lo volvió a tragar todo tan ricamente.

Ángel Alcalde

Treinta primeras entregas

Entrega 31