Ascenso

Existía cierto revuelo silencioso en torno a los Giménez, con G. Parecía que la abuela había sido ascendida de piso, lo que en el lenguaje de muchas residencias de ancianos significa ir acercándose al cielo. Muchas de sus compañeras no se dan cuenta porque apenas son capaces de enterarse de sus propias vidas. Pero si los familiares de otros inquilinos de aquel centro, los García M. y los J. Pereda, que estaban muy atentos a cualquier incidencia de estas características. Debido al excesivo incremento de ancianos con problemas de motricidad, en aquella y otras residencias para mayores, cada vez resultaba más difícil conseguir una silla de ruedas. La familia R. Samaniego había sido acusada por la familia Gozálbez de haber robado y tuneado la silla asignada a doña Émere en un descuido imperdonable. Sin embargo, lograron demostrar que era su silla ya que habitualmente doña Eme pegaba chicles en la parte de abajo de la derecha del asiento. Explicaron a los R Samaniego que el derecho era su brazo útil y que, por eso, siempre se deshacía de los chicles por ese lado: ¡eso es muy aleatorio!, gritó don Sebastián Samaniego, sabedor de que tenía más que perdida la partida y, por supuesto, la silla. Ahora, los J. Pereda y los R. Samaniego estaban pendientes de Elvi Giménez a quien el pasado lunes subieron al quinto, señal inequívoca de que una silla de ruedas iba a quedar libre, pero siempre sin levantar mucho la liebre ya que también los Rupérez H. estaban ojo avizor igual que los parientes de don Cosme Eme que, para colmo, había entrado en la residencia por recomendación de don Conrado, gerente.

Rosi