El alumno programa (Por Julio García Casarrubios)

Por Julio García Casarrubios

No puede ser que los tiempos cambien, que todo cambie, y la educación cambie, pero no tanto. En nuestras aulas, con sus honrosas excepciones, se sigue oyendo: “para mañana la 17”. En el mejor de los casos con una explicación más o menos adecuada de la 17. Y a estudiar la 17 en casa, o en un estudio más o menos dirigido. A señalar para casa deberes relacionados con la 17. Y al final cuando ya “hemos dado” la 17, y alguna más, un examen, una calificación, una recuperación, etc. etc. etc.

Todo esto sin tener en cuenta si el contenido de la 17; si ese contenido es el más adecuado a la edad, o si ese contenido le importa al alumno un pimiento. Soy consciente de que esto, dicho así de una forma tan simple, puede chocar; puede que sea motivo para que alguno diga: ¿Y qué vamos a hacer?. Mucho. Podemos hacer, y debemos hacer los cambios adecuados para que lo que se haga en clase suponga una relación directa con lo que el alumno se va a encontrar fuera; pero sobre todo que lo hagamos con un método que entusiasme, que motive; que cumpla con las demandas, con las expectativas, que el alumno tiene en su cabeza en esas edades.

Porque aunque no lo creamos, los alumnos tienen inquietudes, apetencias, deseos, de algo que en muchas ocasiones choca frontalmente con lo que le ofertamos. ¿Se lo hemos preguntado? Nos quejamos, los profesores de que nos meten con embudo muchas veces los contenidos, los programas. ¿A alguien se le ha ocurrido pensar que podíamos empezar una clase, una semana, un trimestre, un curso, preguntando a los alumnos lo que les apetece aprender? Chicos: “vamos a dedicar un rato, una clase si hace falta, para recoger, para discutir, lo que a vosotros os gustaría saber”. ¿Qué tal si hiciéramos la programación de común acuerdo con ellos? ¿Qué pasaría? ¿Pasaría algo grave? Os garantizo que no pasa nada. Los alumnos tienen mucha más conciencia de lo que nosotros les suponemos injustamente. Tienen mucho más sentido común de lo que creemos, de lo que suponíamos antes de consultarles.

Podríamos programar los contenidos con los alumnos. Quizá nos encontremos con temas que ya suponíamos; quizá nos encontremos con gustos muy variados; quizá estén más de acuerdo de lo que nosotros pensemos. Bueno. ¿Pasa algo? No. No pasa nada. Pasa que tendremos que programar contenidos generales para todos los alumnos, y otros que deberemos desarrollar en equipos más pequeños. Pero todos esos contenidos debemos llevarlos a la práctica en el aula para que satisfaga las inquietudes de los alumnos. De momento habremos conseguido que el alumno aprenda lo que él quiere aprender. Que no es poco.