Una nueva y diferente edición de las Rimas de Bécquer

Con el subtítulo de Poesías que recuerdo del libro perdido (palabras primeras del nuevo e ilusionado manuscrito en el que el poeta iba a reconstruir de memoria sus más famosas composiciones tras la desaparición del original), y de la mano de Agustín Porras, prologuista y responsable de esta nueva edición, la editorial toledana El Perro Malo ofrece a los lectores en este volumen un texto fiel a la última redacción y al orden en el que el gran poeta romántico dispuso estos sus más famosos poemas, las Rimas, antes de “hacer la maleta para el gran viaje”, un orden diferente a la que sus amigos Augusto Ferrán y Ramón Rodríguez Correa les dieron cuando, tras la muerte del escritor y empeñados en poner al alcance del gran público las composiciones  que en su gran mayoría Bécquer no publicara en vida, sacaron adelante, gracias a una suscripción popular, la primera edición de sus Obras en la que en vez de respetar ese orden en el que Bécquer fue recordando sus poemas, creyeron más interesante secuenciarlos de acuerdo a las tópicas fases que se supone atraviesa todo enamoramiento, como tampoco tuvieron en cuenta muchas de las correcciones que hoy sabemos fueron obra del propio autor.

Junto a una transcripción en este caso sí que totalmente fiel aquella redacción original, la nueva edición preparada y prologada por el profesor y poeta Agustín Porras ofrece a sus lectores un breve pero muy razonado análisis de su poética, del valor de su obra para la lírica española, de la intensa relación que mantuvo el poeta con la ciudad de Toledo, de las posibles “culpables” de provocar estas pequeñas obras de arte (Julia Espín y Casta Esteban, fundamentalmente, aunque quizá la verdadera protagonista no existiese más que en su desbordante imaginación) y de las “fuentes” en las que más frecuentemente bebió el gran poeta sevillano. A todo ello se añade un atractivo álbum de imágenes con reproducciones de retratos tanto del poeta como de personajes con él relacionados, así como de documentos, de portadas de distintas ediciones de sus obras  y de vistas tanto pictóricas como fotográficas de los rincones toledanos relacionados tanto con sus visitas a la ciudad como con  su continuada estancia de quince meses en ella –desde octubre de 1868 a finales de 1869 y en concreto en la calle de San Ildefonso– junto a su hermano Valeriano tras sus respectivas separaciones matrimoniales y con sus cuatro hijos a su cargo.