El "caos" de las Injurias y las Calumnias

Dicen que la clase política está denostada. Que no tiene credibilidad, y que nadie siente interés por este mundo, salvo algunos intransigentes a los que les gusta criticar cualquier actuación gubernamental.

Lejos de afirmar o desmentir esta rotunda conclusión, como buen observador hay que pararse a pensar por qué hemos llegado hasta este punto. Un buen ejercicio fue escuchar a Irene Montero, en la moción de censura a Rajoy, deshilar, como si de un rosario se tratara, todos los casos de corrupción abiertos en los que está inmerso el partido del gobierno durante un minuto y medio. Quienes miden los tiempos de las palabras, como los profesionales de la radio o la televisión, saben que un minuto y medio es mucho tiempo, el resto de los ciudadanos, que ven o escuchan con asiduidad los medios de comunicación social, saben que los casos de corrupción en política nos han invadido, manchando con salpicaduras incluso las altas esferas del ejecutivo, del legislativo, y a veces incluso poniendo en duda el judicial.

Otra cosa de las que han "calado", como un ingrediente más en este descrédito generalizado de la política es la frase de "guerra" que lanzó en la última campaña electoral el partido de "la derecha": "El PP o el caos", con una variable: "Mariano Rajoy o el caos", hasta el punto que cada uno de los días de esta legislatura siguen sembrando caos en las declaraciones de sus políticos. Les oyes hablar, y das gracias al destino por seguir vivo, mientras describen un paisaje que deja las imágenes de las películas bélicas tiradas por los suelos. "Un suspenso rotundo a Page" (Guarinos), "Page ha robado 13 millones a los dependientes" (Valentin), "El fracaso de Castilla La Mancha es Page que engaña y miente" (Arnedo), o simplemente ponemos imágenes de la gestión de nuestro gobierno (del pasado) en el presente (Riolobos).

Esta ansia por ganar elecciones nos lleva a veces a situaciones del todo ridículas, pero sobre todo "caóticas", y algunos se atreven a plantear demandas por injurias y calumnias para limpiar su imagen, pero no siempre con buenos resultados. El pasado 26 de octubre un juez de Granada absolvió a una diputada del PP porque "no es delito que un político mienta" y es que según hemos podido leer "La mentira o la falta de escrúpulos para un político no es delito pues si todos los políticos que mienten fueran condenados penalmente la lista de personas con antecedentes penales sería interminable".

Ya en 2015 un juzgado de Madrid archivó la querella por calumnias de Podemos contra Esperanza Aguirre, cuando esta vinculó al partido de Pablo Manuel Iglesias con el terrorismo de ETA y con el "chavismo", porque estas manifestaciones están amparadas en la "libertad de expresión al producirse en un contexto político".

También en Galicia se archivó una causa contra Cuiña por injurias y calumnias a una edil del PP porque "aunque sea reprobable, no constituye ilícito penal inventar una historia falsa para desacreditar a un rival político ante los medios, siempre que no se atribuyan delitos".

Con estos precedentes no es de extrañar que los políticos dejen de acercarse a los juzgados a litigar por "injurias y/o calumnias", pero lo que es abrumador, es que sin duda esto contribuye a seguir denostando, menospreciando y minusvalorando a la clase política.

Hoy la mentira tiene un eximente: ser político.

El ObservadorDCLM