En defensa de la Constitución de 1978

La situación no es para menos. Durante 39 años y salvo la sorpresa de Antonio Tejero Molina, este país ha vivido en una merecida calma tras 40 años de dictadura. Esa dictadura de la que algunos conocemos los últimos coletazos, lo suficiente como para tratar de evitar periodos convulsos en la historia de España.

La moda de menospreciar, depreciar o despreciar las cosas con solera y las personas con edad, para defender la renovación, la recuperación o el cambio de las cosas nuevas o personas jóvenes se pone de manifiesto una vez más en el esperpento catalán. La diputada autonómica de la CUP Anna Gabriel, ayer en sus declaraciones menospreció a los mayores de 60 años, diciendo que tan solo quedan vivos una pequeña minoría de la gente que votó aquel  referéndum de la Constitución, como forma de despreciar el texto constitucional. Podría preguntarse esta diputada ¿Cuántos ciudadanos americanos de los que firmaron su Constitución siguen vivos (1776)? o ¿Cuántos alemanes que firmaron su Carta Magna (1919) siguen entre nosotros?

De sobra es conocida la defensa que los pueblos ancestrales e incluso algunos actuales, precisamente con fama de reflexivos, le han dado un lugar preeminente a los ancianos del lugar como “sabios” a quien hay que escuchar, para no cometer dos veces el mismo error. Su figura se ensalza en novelas y películas, incluidas las de fama mundial y ahí están algunas como Avatar o Star Wars, entre otras, sin olvidar las enseñanzas medio ambientales de los ancianos de los poblados indios.

Hubo un tiempo en el que  a los padres y a los abuelos se les llamaba de usted, para mostrar un respeto a la edad, que propició la distancia en el entendimiento y que nos llevó a aniquilarlo únicamente con la intención de buscar la cercanía, cercanía que los nuevos grupos políticos surgidos de la élite universitaria han confundido con deshecho a juzgar por algunas de sus manifestaciones.

La Constitución española de 1978 ha dado 40 años de paz a este país, y aunque es posible que requiera de alguna adaptación a los nuevos tiempos, ha de ser respetada incluso para propiciar lo que conocemos como el procés catalán. De hecho en ella se arbitran los mecanismos necesarios para llevarlo a la práctica, pero existe un requisito que no admiten los catalanistas, y es que tengan que votarlo “todos los españoles”, algo imprescindible cuando se trata de escindir una parte del territorio español que ellos llaman península ibérica, y que el texto constitucional define como indisoluble, aun así hay herramientas.

En estos días no hablamos de independencia constitucional, ni tan siquiera de seguir las reglas del juego mientras Cataluña forme parte del Estado español, lo que estamos viviendo es una independencia al margen de la ley y sin respetar los dictados legales establecidos al efecto. Es querer la independencia por la fuerza, a base de órdagos y amenazas como la última de Turull (portavoz del gobierno autonómico catalán, desconocemos su nuevo cargo en la república) “Si no hay diálogo se activará la independencia” pero es que también se activará el artículo 155 de la Carta Magna, por esa razón la diputada catalana Eulalia Reguant (CUP) nos ha contado hoy que se van a reunir para debatir si es necesario que continuemos en la lógica de la política autonómica.

Los defensores de la república catalana, se encuentran hoy sin administración de justicia, sin hacienda pública, con una policía cuestionada, con un gobierno suspendido, con un éxodo de empresas, con un portavoz del gobierno que dice que “ahora corresponde al gobierno español decir si quiere dialogar” ¿dialogar de qué? Si ya han proclamado la república ¿cuál es el diálogo posible que se propicia en este momento?

Con independencia de ideologías, los sonidos confusos que sonaron ayer en el parlamento catalán, utilizando declaraciones ambiguas y repúblicas en puntos suspensivos tan solo fueron nítidos en las palabras de Inés Arrimadas, con claridad, calma y sabiendo llegar al corazón de las gentes, con sus palabras y una buena visión europeísta “El nacionalismo es la antítesis del proyecto europeo, significa poner más muros y Europa significa poner más puentes. El nacionalismo identifica enemigos internos y externos cuando en Europa se buscan socios. El nacionalismo busca división y Europa significa unión. Representan ustedes el supremacismo cuando Europa significa igualdad. Representan la insolidaridad y Europa la solidaridad. Se basan en una identidad excluyente cuando Europa se basa en derechos,  libertades y ciudadanía”.

Dclm.es