El diálogo, el derecho a decidir y las banderas

Después de tantos días plagados de despropósitos e inacción política, resultó reconfortante contemplar a nuestros diputados en el Congreso, una muestra de diálogo claro y directo desde la diversidad ideológica.

Pudimos escuchar y comprender como a cada acción corresponde una reacción, que no se puede pedir diálogo a un interlocutor inexistente y menos cuando lo que realmente se pretende de la otra parte es generar ruido y confusión. Si te parten la cara constitucional, no puedes responder con palabras, si alguien incumple la ley, su delito no puede resolverse departiendo en la estratosfera. Aún así existen situaciones excepcionales y bien valdría la pena intentarlo para que las aguas regresaran a sus cauces.

Si se hubiera permitido el referéndum ilegal, el Estado habría cometido una ilegalidad porque no se trataba además de una inocente y aislada reclamación del derecho a decidir: el referéndum era, como se ha demostrado, la coartada que abría la puerta a otra ilegalidad aún mayor, la declaración de la República Independiente de Cataluña.

Solo los ilusos pueden creer que la consulta era un fin democrático en si mismo; el derecho a decidir era una bomba que esperaba una respuesta contundente del Estado para armar a la masas y forzar una decisión tomada de antemano.

Dentro de esa confusión, cabe preguntarse si el nacionalismo es de izquierdas o de derechas, si representa los intereses de los más desfavorecidos o de una élite que pretende dominar, arañar privilegios y mantenerse en el poder.

En este mundo cada vez más abierto al libre intercambio de todo tipo, económico, social y cultural, en medio de una transformación que se adivina histórica entre la revolución industrial y la digital, en la era abierta de las comunicaciones y las redes sociales, tras muchos años de luchar contra las fronteras, tenemos la impresión de haber viajado estos días al pasado de los reinos tribales con danzas de guerra alrededor de una hoguera.

En algunos momentos, en la sesión del Congreso, nos pareció que al fin retornaba la cordura.

Este miércoles solo hubo alguien que nos regaló unas declaraciones nefastas, como no podía ser de otra manera: el PP de Castilla-La Mancha. Lanzaron un manifiesto para pedir a los ciudadanos que colgaran banderas españolas en sus balcones. Amigos: los ciudadanos que han querido ya las han colgado sin necesidad de que nadie se lo pida y mucho menos quienes pretender adueñarse de una enseña que ya al fin parece que ya es de todos.

elObservadorDCLM