¡Alto, la guardia civil! o el momento trullo

Lo dice el manual de estilo del torpe irredento, la linde se acaba y el tonto sigue. Puigdemont quiere demostrarnos con su actitud que la teoría tiene aplicación con la sarta de vaivenes que está dando a cuenta de la independencia. Puigdemont está pidiendo a gritos que la guardia civil se presente en el Palacio de la Generalidad y se lo lleve como se llevaron a Rato, con empujoncito en la cabeza para entrar en el coche. Su actitud deviene más de la nula certeza de lo que hace que del sentimiento independentista al que está abocado por unos radicales que, si por ellos fuera, mañana mismo  dinamitarían la Sagrada Familia.

Hubo un tiempo en el que los políticos tomaban decisiones y apechugaban con las consecuencias, ahora es el de los acomplejados que inician el camino y a mitad se preguntan si les lleva a algún destino. Los catalanes y los españoles hemos tenido la suerte de contar con algunos de ellos comenzada la democracia y la desgracia de su contrario, aquí es donde sitúo a este soplagaitas que se levanta creyendo ser el sastrecillo valiente y a mitad de mañana le entra la duda y se convierte en el más ruin de los cobardes. Amaga pero nunca da porque ni tiene lo que hay que tener ni su personalidad le empuja a grandes gestas. Lo suyo es la tibieza, la equidistancia, el vuelva usted mañana. Vamos, dicho de otra manera, un tonto útil para los antisistema e inútil para el resto.

Si lo que pretende, que no, es que la historia lo recuerde por algo que hizo para ese pueblo, el catalán, que se siente oprimido y abusado por el otro pueblo, el español, no lo va a conseguir porque nunca la historia, repito, escribió de los cobardes. O lo que es lo mismo, en un film del oeste americano Puigdemont tendría el papel de sepulturero, o sea na de na de na. Por exagerar, ni en los créditos del final de película tendría cabida. ¿Han visto ustedes un tío más triste?

En esta simpleza de análisis de la situación catalana vivo esperando que el día menos pensando la televisión catalana nos muestre la imagen de la guardia civil trincando al sedicioso para llevarlo al trullo de los inconsistentes, de los tristes, de los sinsaros (en lenguaje paloteño, un lelo), de los insípidos. Y llegados a ese punto, habrá que recordarle a nuestro personaje que está en la cárcel por dejarse arrastrar por una cuadrilla de ácratas que ven la vida a través del espejo de lo irreal. Las utopías murieron con la globalización. En estos tiempos si tienes un sueño lo debes enseñar para que te crean. Se acabó el romanticismo ahora todo es praxis.

Y también, si llegara ese momento trena, tendrá que autoinculparse de haber sido el presidente de la Generalidad menos dotado intelectualmente que ha conocido la historia. ¿Por qué? Por tener la oportunidad de liderar a un pueblo de diez y someterlo a la vergüenza de la política miope apoyada en un mal llamado nacionalismo o separatismo. Lo dicho, el tonto que sigue y la linde se acaba.

Y para terminar, cuando los catalanes voten de nuevo, que lo harán, recuerden la hostia que se van a llevar los unos, los radicales, los otros, los puigdemones, y los demás allá, por haber creado un problema donde había soluciones, donde había vida, donde había paz, donde había amor. ¡Ay de aquellos que prometen el paraíso! Son incapaces de vender ni siquiera una parcela de infierno.

Miguel Nieto

Periodista