El fin del trasvase del Tajo: antes son los ríos que los negocios

Los regantes murcianos han esquilmado el Tajo. Ha sido un grave atentado ecológico mantenido durante años debido en parte a la escasa regulación sobre el agua que interesadamente existe en nuestro país y también a las imposiciones del potente grupo de presión que acompaña a su industria agraria.

No era lógico sin embargo que su negocio se considerara más importante que el agua detraída de otros territorios, en este caso de Castilla-La Mancha. La avaricia ha roto o, mejor, ha abierto el saco de las opiniones como la de Cristina Narbona en Twitter que conducen a regulaciones sensatas en un marco más complejo, tras la constatación del calentamiento global y de las alarmantes previsiones de futuro sobre este bien esencial para la vida. Se acabó el poder de la economía sobre la ecología porque las consecuencias se han demostrado ya funestas para el futuro del planeta.

Es preciso dialogar sobre el agua con todas las cartas sobre la mesa y con referentes obligados como la Directiva Marco del Agua de la Unión Europea que recoge como primer elemento el agua “como soporte ecosistémico que exige considerar caudales ecológicos como requisito previo a cualquier demanda”.

No queremos acabar con la industria murciana que proporciona indudables beneficios a su región y a sus agricultores. Pero antes son los ríos que los negocios y eso debe quedar bien claro, por encima de presiones políticas o de cualquier otro tipo. No piensen más en el Tajo, piensen, por ejemplo, en sus desaladoras que, por cierto, tampoco deberían pagar todos los españoles para mantener un negocio privado.

El uso del agua debe garantizar la igualdad entre personas y territorios y eso está reñido con la rapiña de un bien común y público.

elObservadorDCLM