Un sainete

Un amigo me envía este vídeo. Dice que el chaval parece un poco chulete pero consigue que Puigdemont bese la bandera española. El ciudadano de a pie, que somos casi todos, se pregunta cómo es posible que una persona huida de la justicia española puede pasearse impunemente por Europa. Pensamos que la justicia europea devolvería a España a cualquier ciudadano que hubiera cometido un delito porque, de otra manera, se abre una vía de escape para cualquiera que robe un banco y se lleve el dinero a Bruselas o Dinamarca. Y eso que la justicia española acusa a Puigdemont de dos delitos considerados muy graves, rebelión o sedición.

Parece que nuestro país está condenado a ser percibido por el resto de Europa como un sainete donde los bandoleros no dejan de campar por Sierra Morena. En España, el tercer país de la Unión Europea en desigualdad, diez millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza, según el último informe de Intermon-Oxfam. Cuando el coste de la vida ha superado el uno por ciento, ha subido el agua y la energía, las pensiones se revalorizan un 0,25 y la ministra Báñez se atreve a presumir de ello en una carta que envía a los pensionistas. Su partido, paralizado, asediado por la corrupción, y su Gobierno parecen incapaces de afrontar que han vaciado la hucha destinada a las personas más vulnerables del sistema y que no saben o no quieren afrontarlo de otra manera que no sea poner en peligro las pensiones para las próximas generaciones.

Es un país de sainete que podríamos afrontar en broma como lo hace Tabarnia o escondiendo la cabeza como hace el presidente. Pero lo cierto es que tanta tragicomedia afecta a los ciudadanos: cuando supe que la vida iba en serio era ya demasiado tarde.

Otra vez, hace falta un cambio.

elObservadorDCLM