Causa-efecto

Los fenómenos fueron temporales hasta que dejaron de serlo. Llevaba media vida experimentado el método prueba-error, arriesgaba y me resguardaba. Pocas veces los experimentos me deparaban sorpresas al margen de cierta actividad, soñolencia, deseo, una leve angustia o desapego por el caos. Hasta que un amigo me habló de una sustancia y los ojos empezaron a brillarme. Fue el primer síntoma claro de que por fin algo estaba pasando. Se me afilaron las orejas, empezó a crecerme el pelo, noté un cosquilleo en las yemas de los dedos. Apenas imperceptible para los demás. En la noche en campo abierto, extendí los brazos y de mis dedos empezaron a salir rayos de colores. Si lo deseaba, con solo pensarlo, se transformaban en un plata refulgente, podía enviarlos en forma de hoja de espada o en sinuosas curvaturas que me recordaban el aspecto del adn. No se si el resto de las personas podía admirar el espectáculo, cerré los ojos, pensé que los destellos cesaban y regresaba a mis dedos el cosquilleo inicial. Con mis manos empecé a curar lesiones y enfermedades de la gente de mi barrio. Bastaba con acariciar la zona y en breves instantes volvían a estar sanos. Me fui de la ciudad por temor a una persecución judicial. Viajé muy lejos, cerré los ojos y me vi en un lugar desconocido, la tierra era azul, el cielo blanco. Caminé en busca de un refugio pues empezó a caer una lluvia metálica. Encontré un abrigo en forma de pirámide. Me senté en el centro, crucé las piernas y me puse a meditar. Dejé mi mente en blanco como el cielo de aquel extraño planeta donde me encontraba. 

Anónimo