Navidad, sin croquetas

 Una semana antes de Navidad, estaba en la cocina haciendo masa de croquetas de huevo y jamón. Había propuesto a mis hijas, hacerlas de cebolla, calabacín y carne picada, que me dijeron mis amigas del café que eran “la bomba”, pero mis queridas hijas, rebotadas por igual dijeron: “¡Mama!, qué van a pensar tus nietos cuando no tengan las croquetas de jamón y huevo de siempre, que es por lo que más les gusta ir a tu casa en Navidad”.

A lo cual como pensando y bajito, sin ganas de liarla contesté, bueno quizá también quieran estar con su abuela.

Y las dos de repente, tuvieron que colgar por la cantidad de trabajo acumulado que tenían.

Pero bueno, visualicemos: mi casa, cocina y una feliz abuela haciendo masa de croquetas de huevo y jamón.

Como siempre tiene que haber algo más, llamaron a la puerta. Mi vecino del piso de abajo venía a decirme que estaba empezando a salir una gotera en el techo de su cocina, a lo que reaccione más con fastidio que con sorpresa ya que el edificio tenía más de 200 años y ya estábamos acostumbrados a que las averías eran parte de nuestra vida cotidiana. Todavía, no había llamado al seguro de la comunidad porque ya nos habían echado de tres compañías y con esta sería la cuarta, quería mirar él primero. A mí que todo lo del martillo y el clavo me divierte como nada, enseguida fui a por mis herramientas y una enorme escalera. Y así mi vecino se puso con mucho tiento a dar martillazos en el techo.

La masa de croquetas se llenó de yeso. ¡Qué horror! ya pensaré luego, ahora a la obra.

Mi vecino, chilló como enarbolado: ¡Eureka tubería encontrada y mojada!

Su idea era localizar la rotura y taparla con una masa especial que había comprado en los chinos y que al parecer, cerraba cualquier agujero en todo tipo de material.

Empezó acariciar la tubería con tanto cuidado y suavidad que yo empecé a sentir otra rotura diferente en mi interior. Subía y bajaba sus manos, sus dedos paraban y buscaban y entonces comencé a sudar. Y en tal tránsito estábamos, cada uno a lo nuestro cuando algo pasó: desde el hueco del techo la voz varonil de mi vecino dijo! Pero coño, que hace aquí una bolsa! y ahora sí, fue la sorpresa la que superó al fastidio, aunque también.

Escena para imaginar: tiró y tiró de la lona. Parte del techo se vino sobre él, que a la vez cayó de la escalera, y se me vino encima demasiado brusco  para lo que yo hubiera necesitado. 

Pero hay más que ver, la cocina, nuestro escenario, estaba repleto de dólares, el suelo rebosaba, de la encimera volaban y las croquetas estaban desaparecidas bajo una montaña de billetes.

 - Y no creáis hijas mías, que me voy con mucha pena, pero don Fernando, el vecino de abajo que no sabía yo que era viudo, me ha convencido. Debemos dejaros disfrutar de la Navidad, que con ayuda de vuestros maridos e hijos, comprobéis lo satisfactorio de todos los preparativos que yo con tanto amor, llevo a cabo.

Comprar; cargar; cocinar; fregar; planchar el mantel; poner los adornos y aprender de una puñetera vez hacer croquetas de jamón y huevo.

- Escribiré a las niñas cuando lleguemos, despegamos en 10 minutos rumbo a Santo Domingo que el sol es muy bueno para los huesos.

Teresa