Una lesión nueva

Un poco mejorado de mi última lesión en las lumbares y en el gemelo de la pierna izquierda según se mira al fondo de la pista, llegué a la 8 de la Ciudad de la Raqueta para enfrentarme con uno de mis habituales compañeros, pasamos las alfombras, barrimos las líneas y regamos la tierra, un poco más la zona iluminada por donde se cuela el sol. Tengo estas pelotas que aún aguantan un partido, etcétera, me situé en la zona de la umbría con tierra más seca y en los primeros intercambios me resbalé y me caí de forma aparatosa pero sin más consecuencias que el habitual rebozado y la preocupación del tenista contrario. Decidimos regar un poco más la zona de sombra pero, atribulado aún por la caída, me pasé y tuve que seguir peloteando sobre una zona de barro, esperando que se secara del todo. Me resbalé con el pie derecho hacia delante y ahí fue cuando me provoqué una nueva lesión que nunca había padecido durante mi carrera tenística. El daño se produjo un poco por debajo del talón de Aquiles que, durante el partido, generó una falta de confianza en el resto de la pierna y de nuevo en las lumbares.

No pasaba nada. Había que celebrar la llegada de una nueva lesión desconocida hasta el momento. Mi contrincante, muy versado también en el arte de la lesión, me explicó de qué se trataba y me avisó que en ocasiones era fastidiosa y duradera. No nos dio tiempo a terminar el set que estuvo muy igualado.

Kimi