La dieta de oso

Desafortunadamente mi mente es inteligente. Si no lo fuera, sería la pera. Una mente consciente pero en reposo como un oso hibernando a la espera de tiempos menos perezosos. Y más jugosos. Me dormiría en la parra, sudaría oximorones en una criosauna, disfrutaría la fruta como un crío al calor de un amor protector. 

Pero, ya lo he dicho, desafortunadamente mi mente es inteligente y si no lo fuera, sería la pera. No me conformaré con lo que tengo. Me mantendré fría y caliente, comeré frutas y verduras, hablaré bien del prójimo para no beber mi propio bebedizo, lo que siembras es lo que plantas. Haré lo posible para que mi sonrisa no parezca tan lisa. Me compraré el cerebro de un oso, aceleraré las partículas de mi pereza indestructible. Me secaré bajo la lluvia empapada de sol, cantaré en silencio, pensaré gritos, gritaré afonía sin que nadie me escuche como el árbol que cae en la noche sobre la cueva de un oso goloso.

Y todo eso, pienso, me servirá al fin para adelgazar unos kilitos, justo los cuatro que necesito para estar perfecta y que todos me admiren: “mira la Brenda, qué guapa se ha puesto”.

Brenda Ortega