Yo y mi novia en cinco movimientos: arranque, arduo, reto, retornar y éxtasis

Voy lanzado hacia la iluminación. Cierro los ojos, enciendo la pantalla y abro un sumidero por donde se escurren las especulaciones que atribulan mi mente. Adiós. A lo lejos aparece un punto que se transforma en una atmósfera de luz. La paz reina en mi mente y en mi cuerpo.

Mi novia mira con cierto recelo e incredulidad esta nueva faceta mía que tuvo su arranque en el arduo reto de retornar la elasticidad perdida y deshacer los nudos que se habían formado en mi cuerpo físico, químico y etérico.

Por lo que me está costando pienso que, en realidad, esta rigidez empezó a originarse hace miles de siglos en lo más profundo de mi árbol genealógico. En cierto modo mi trabajo está justificado ya que en tiempos de los padres de mis tatarabuelos no existían los gimnasios tal y como ahora los entendemos, ni tampoco los ancestros de mis trastatarabuelos conocieron ni de lejos los principios del alineamiento, el control, la precisión o la fluidez tal y como ahora los aplicamos gracias a J. Hubertus Pilates; tampoco los antepasados de mis nonabuelos soñaron siquiera con la existencia del estiramiento y mucho menos del stretching y pienso, para terminar de dar la idea, que las progenies de mis decabuelos tenían suficiente trabajo con aguantar lo suyo como para pensar en liberar las tensiones de su cuerpo. En su haber digamos que no existía la vida sedentaria ni los ordenadores pero creo que otros fríos y desvelos quizá peores atenazaban sus cuerpos.

En fin que mucho me temo me ha tocado a mi estirar el árbol genealógico. Y hay que ver lo que cuesta estirar un árbol tan arraigado y tan duro. La suerte es que de camino he vuelto a toparme con el yoga, la meditación, la pantalla y el vertido de mis residuos tóxicos en un mundo donde pierden el sentido, se desorientan y se desintegran o se marchan a otro lado haciendo futing por el foro.

Mi novia dice que me ilumine pronto ya que este mes hemos pagado más de cien euros en la factura de la luz y yo le respondo que estas cosas llevan su tiempo y que nunca se sabe si el que tienes al lado es un rufián como el carnicero de Plainfield o el doctor Muerte o un santo como Gandhi o la madre Teresa de Calcuta.

Lago