Destilando destellos

Llegó Miguel con su mercedes y su Mercedes al mercado de San Miguel y en la puerta de la panadería permanecieron unos minutos hasta que llegamos nosotros bien abrigados, nos saludamos, reímos e iniciamos el periplo por una Cava Baja más latina que nunca, en una noche fría cercana ya a la Navidad. Nos separamos por parejas, ellas iban delante, nosotros cotilleando a sus espaldas de cosas nuestras que eran también cosas de ellas, de las particiones tácticas de sus discos duros, la cara conocida y la inexpugnable, tan inexpugnable que borraban de su conciencia como si nunca hubiera existido aunque recuperaban si les era menester que en ocasiones les era. Reconociendo su discreción como una cualidad inherente, nuestra primera parada en fonda nos enfrentó a dos cazuelas de callos calientes, picantes en su punto, y unos tintos de la casa que maquillaron nuestros rostros, cada uno destilando destellos de su propia identidad, ellos, los ingenuos, el pillo, el inocente, ellas, las expertas informáticas, viajeras por dondequiera, inquietas impenitentes, saltimbanquis, benditos culos de mal asiento. De nuevo en camino, más alegres si cabe, reanudamos las charlas de a dos en torno a los hechos divinos del amor y los profanos de la vida, las excursiones, las incursiones de terceras personas ajenas y cercanas, amigos, familia, madres, hijos, madrastras, un poco de lo que fuimos, lo que somos, la casa en la playa donde pasaremos lo mejor del resto de nuestras vidas. Comimos butifarra y pan con tomate y allí gritamos para abrirnos paso ante el guirigay de un vocerío incandescente que celebraba a grito pelado el cumpleaños de una desparramada tarta de chocolate. Saltamos al vacío en busca de silencio y casi lo encontramos en un soportal de invierno, sentados ante unas copas y unos cafés, debajo de unas estufas que calentaban nuestros ecosistemas como soles de invierno. Departimos de nuevo y partimos de allí sobre las dos y media, Miguel con su Mercedes en busca de su mercedes junto al mercado de San Miguel. Nosotros, del brazo, buscamos un taxi. La noche era mucho mas fría hasta que encontramos uno, subimos...

Acuarius