El infiltrado que se fugó con mi enfermera

Mi enfermera se fugó con un paciente, hasta ahí todo normal. Vino a la consulta porque le dolía el codo, un epicondilitis lateral reversa, dijo y añadió que ya estaba harto de fisioterapeutas y osteópatas, de antiinflamatorios y de cremitas y que necesitaba una infiltración. Les dejé solos cinco minutos y cuando volví ya no estaban. Pensé que, no se, se habrían ido a alguna parte, a la cafetería, al baño, pero a los tres meses la policía no tenía ni idea de su paradero y abandonaba el caso: se los había tragado la tierra. No había una sola pista: el marido de ella seguía un tratamiento de amiplines y la mujer de él manifestaba que por fin podía tirar a la basura diclofenatos, salicilatos y etofenamatos con esencia de trementina, pomadas y espráis esparcidos por todos los rincones de la casa.

Esta mañana he recibido una postal desde Albacete. Misteriosa. Dice: "Las hojas secas del otoño, amontonadas ya en una esquina sobre el verde césped artificial, dormitan acunadas por los rayos del sol, una marea cálida mece mis pestañas. Luisa".

Están en Albacete: ¿qué coño hacen en Albacete?

Lago