Se permite hablar del tiempo en el ascensor

"La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura" (Don Quijote de la Mancha")

No sabe exactamente en qué momento se bifurcaron sus caminos. Ana recuerda que su vida le parecía demasiado monótona y proyectaba la idea de ser diferente a los demás, cruzar la línea de su estrecho horizonte cotidiano. Orión era un loco que vivía siempre al límite. Cuando aquel invierno bajaron tanto las temperaturas colocó un cartel en el portal de su casa: "Debido a las actuales circunstancias climáticas, en esta comunidad se permite hablar del tiempo en el ascensor. Firmado: un vecino". La del sexto B, que siempre protesta, comentó en una junta de la comunidad el cartelito: "Ahora resulta que solo se puede hablar del tiempo en el ascensor, ¿y en la escalera, no se puede hablar del tiempo en la escalera?" Orión se reía con ganas, algo que a Ana le fascinaba porque pensaba que siempre inventaba su risa igual que el resto de su comportamiento. Salieron, entraron en una vivienda por una ventana. Cambiaron cosas de sitio, dejaron una botella de leche sobre la cama y un pimiento en el lavabo antes irse sin que nadie advirtiera su intromisión. Cada día inventaban sobre la marcha, disfrutaban, se besaban. Ahora existía una ruta alternativa, la del delirio frente a la razón. Por un tiempo existieron filtraciones entre ambas pero llegó un momento en que las sendas de la disonancia y la vieja armonía viajaron en paralelo. Dispusieron la norma de no hacer daño ni apropiarse de lo ajeno y hacer siempre el amor en lugares poco comunes. Ana se sentía feliz y plena, hasta que no advirtió que ya era incapaz de juzgar sus actos desde un paisaje sereno tal vez ahora añorado.

Bretón