La veredita de la lágrima

Una veredita verde, con luz de luna o de sol, he vuelto a escuchar el disco de Caetano Veloso mientras me bebo un gin tonic frío. Miro por la ventana del salón y pienso en ella. Es otoño o verano o tal vez invierno, lo cierto es que el sol ha ido al gimnasio para intentar mantener firmes sus rayos abdominales y unas nubes negras han aprovechado su ausencia para presagiar gotas insignificantes de lluvia. Sin embargo yo me siento muy despejado. Mi mano derecha no calienta la bebida porque en mi casa no entran vasos largos y estrechos, de pronto, en vez de gotas, las nubes empiezan a descargar burbujas, algunas se pinchan antes de llegar al suelo pero otras ruedan, se aman y forman pompas de más boato que circunstancia. Llaman a mi móvil. Es ella. Dejo la copa sobre la mesa de cristal y nada más deslizar mi dedo le digo: “estaba pensando en ti, cariño”. El sol vuelve del gimnasio mucho más vigoroso y caliente. Pienso que esa tarde nos envolverá en una gran burbuja arcoíris y una lágrima derramada vuelve a casa, se junta con otras que nunca llegaron a verterse y les dice: “amigas, aquí estoy de nuevo, nuevamente”.

Kimi