El drive existencial

Tras la retranca de ayer a santo de mi mitomanía, he decidido coger el toro por los cuernos y contar cómo es esto en primera persona, sin que intermedie ninguna víctima de mi drive.

Tengo que explicar que imitadores de Roger hoy día los hay a patadas, en cualquier club hay uno o varios, hasta en el circuito profesional hay un búlgaro que hace una falsificación bastante decente -aunque el muelle del suizo en el armado del saque no ha conseguido calcarlo-. Tantos copiones plagiamos hoy al suizo como hubo en los noventa emulando a Michael Jordan, jugando en cualquier poli municipal con camiseta de los Bulls, muñequera en antebrazo y lengua fuera, pero aquellos eran incautos adolescentes, mientras que nosotros...

Nosotros somos como mínimo cuarentones, padres de familia ejemplares y hasta abuelos, personas responsables con una reputación que guardar, que los domingos, en pantalón corto, corremos detrás de una pelota como si nos fuera la vida en ello, pero sin olvidar nunca el último vídeo de youtube de nuestro ídolo. Algunos llegan a pintar en la raqueta con plantilla y rotulador la marca de la raqueta de Roger.

Y uno se plantea si la madurez era esto, recordando a los cuarentones de su infancia con sus pantalones de tergal y su 124, gente seria y honrada que se limitaban a ver el fútbol por televisión. Tal vez lo nuestro sea eso que ahora llaman «sacar tu niño interior», pero mejor no darle muchas vueltas por no entrar en una crisis de identidad y tener que ir a un «coach» a que te «empodere» con el bochorno de contarle que el sentido de tu vida es un drive liftado.

Pero el auténtico vértigo existencial llega cuando te planteas cómo se cepillará los dientes, o si empujará el carrito del súper con la misma donosura, ahí te das cuenta de que te ha ganado, de que has vendido tu alma al mito.

Álvaro