Una metáfora

Había algo sobre la tierra que me estaba mosqueando. No sabía bien qué era pero el de enfrente andaba algo errático y difuso. Sin embargo, lanzaba buenos drives muy planos y ajustados a las líneas. El marcador estaba de mi lado igual que los dioses que me regalaban líneas y numerosas bolas de las que dan en la red y caen muertas en su campo. Parecía muy contrariado pero trataba de simular educación y calma, dos de las cualidades que siempre le acompañaban en la pista. Gané el primer set y le pedí disculpas porque me estaba meando y tenía que ir al baño. Cuando regresé, tomé mi raqueta y noté algo raro, me pareció que estaba torcida, incluso a punto de romperse, como si alguien la hubiera golpeado contra el suelo o contra la grada. Él estaba sentado, concentrado, bebiendo agua de su termo azul de dos litros. Abrí la bolsa para coger la otra raqueta y me la encontré igualmente retorcida, dije “joder qué ha pasado”. ¿Vamos a por el segundo?, respondió él levantándose y botando una bola. Vale, de acuerdo. Cogí una de las raquetas y le golpee en la cabeza: “¡Así es como las has sacudido, ¿no?, hijodeputa!”. Intentó salir corriendo, gritando socorro, ¡socorro, este cabrón me quiere matar! Los de la pista siete pensaron que se trataba de una metáfora y siguieron jugando como si no pasara nada. Me fui y dije a los de la oficina que avisaran a una ambulancia, que en la pista ocho alguien se estaba desangrando. Supongo que puedo considerarme vencedor del encuentro aunque nunca jugamos el segundo set.

Kimi