España, el país con la oposición más desleal y cainita

Que en España somos bastante cainitas es una realidad histórica, pero es agotador tanto cainismo. Que la actitud de la oposición española avergüenza a los demócratas es tan evidente que numerosos medios internacionales han señalado lo perjudicial de esta estrategia para superar la crisis del Covid-19. Probablemente, estaríamos empezando la desescalada si la oposición española hubiera seguido el ejemplo de Portugal, pero aquí han optado por cuestionar la acción de gobierno y poner palos en las ruedas con sus críticas en lugar de arrimar el hombro y hacer propuestas.

La deslealtad es una práctica generalizada en nuestra dirigencia política. Siempre hay una excusa para mear fuera de tiesto: los objetivos de partido. Así, como las tres derechas no aceptaron su derrota en las urnas el pasado 10N, consideran ilegitimo al Gobierno de Coalición y la resultante es que cualquier ocasión es buena para desalojarlos y recuperar el poder. O al menos, como pretenden los viejos poderes fácticos y algunos jarrones chinos, cobrarse la cabeza Iglesias, romper el Gobierno de Coalición y apostar por alianzas social-liberales.

Por ello, desde el primer segundo, los capitanes a posteriori del PP se pusieron manos a la obra de desgastar al Gobierno argumentado una cosa y su contraria: ‘el Estado de Alarma llega tarde’, ‘el Estado de Alarma dura demasiado’, ‘hay que extender las medidas de confinamiento’, ‘hay que relajar las medidas de confinamiento’; rechazando frontalmente las medidas económicas, especialmente las de carácter social, desinformando a la ciudadanía con mentiras y falsedades; y lo que resulta más preocupante, culpando directamente al Gobierno de los contagios y la letalidad de estos, exhibiendo obscenamente ataúdes y víctimas. Como si el PP no tuviera casi toda la responsabilidad en haber desmantelado el sistema sanitario público y el resto de servicios sociosanitarios y gobernara en la comunidad con mayor incidencia del coronavirus.

En esa labor de desgaste, el PP ha estado siempre acompañado por sus gobiernos autonómicos, con la presidenta de la Comunidad de Madrid como ariete, que, eludiendo sus responsabilidades directas, han pretendido responsabilizar al Gobierno central de sus propios errores. Ayuso es claro exponente de tal ruindad moral, pero no ha actuado sola. Basta recordar el boicot a los ERTEs en Madrid y Galicia, a Murcia pretendiendo implantar su propio estado de alarma, a la rebelión generalizada contra la propuesta de Educación para que el alumnado pase de curso… La actitud de Ayuso resulta especialmente grave siendo Madrid la comunidad que lidera los datos de contagio y letalidad y vector de transmisión de la pandemia a las comunidades autónomas vecinas.

VOX se ha centrado desde el principio en sus dos especialidades: los bulos y judicializar la acción de gobierno, y eso porque su capacidad para elaborar propuestas y alternativas está bastante limitada viendo el perfil intelectual de su dirigencia. En el terreno de los bulos, VOX visitará con frecuencia los juzgados como demandada, pagando las correspondientes multas y la posibilidad de que los autores de los bulos sean condenados a 5 años de cárcel. Viendo las orejas al lobo, la ultraderechita cobarde lleva unos días borrando tuits. Judicializar la vida política tampoco les está dando los mismo resultados que a sus matrices Hazte Oir y Abogados Cristianos, las pierden todas. Tampoco tienen éxito, de momento, pese a su insistencia y a recurrir al señuelo de las grandes folklóricas de la política española (Aznar, Felipe González, Rosa Diez…), en los llamamiento directos e indirectos a subvertir la democracia.

A la labor de desgaste del Gobierno se han sumado los soberanistas y la CUP. En lo que concierne a los partidos soberanistas, el grado de oposición a la gestión del Gobierno es variable. El PNV cuestionó que el Estado de Alarma pudiera actuar como recentralizador de competencias, discrepó con el enfriamiento de la actividad industrial en pleno auge de la pandemia y se ha opuesto a que el Ministerio invada competencias de educación, pero sus votos han permitido sacar adelante las propuestas del Gobierno.

Por su parte, JxCat roza el paroxismo y supera en ocasiones los despropósitos de las derechas. Quizá este sea su terreno de juego, el de las derechas, y lo habíamos olvidado. Su estrategia de aprovechar la crisis para reforzar su perfil independentista en su competencia con ERC resulta tan ridícula como lo argumentado por su Conseller de Interior y su portavoz del Gobierno. Ver fantasmas donde no los hay es facultad exclusiva de visionarios, y, en eso, algunos líderes independentistas llevan cierta ventaja. Catalunya, como el resto de España, sufre las consecuencias de haber desmantelado la sanidad pública (Artur Mas), y argumentar que el virus entiende de fronteras coloca a Torra en el perfil de Trump y Bolsonaro.

La estrategia de la CUP será estudiada por los politólogos por lo incomprensible de su actuación. El rechazo frontal a todas las propuestas del Gobierno los coloca en el bando de quienes defienden el ‘cuanto peor mejor’ y, por tanto, muy alejados de los postulados de la izquierda, que debe priorizar el interés general sobre los intereses particulares o de partido. Los diarios del Congreso de los Diputados mostrarán que la CUP y VOX coincidieron siempre en el voto contrario a las propuestas presentadas por el Gobierno PSOE-Unidas Podemos para enfrentarse a la crisis del Covid-19.

Dichosos los portugueses, que nos dan lecciones día sí y día también en inteligencia política y en como entender la lealtad a las instituciones.

Plumaroja