Una inyección de desinfectante

Tengo una lista de candidatos para probar la inyección de desinfectante que tan acertadamente ha propuesto el presidente del país más poderoso del planeta para acabar con los virus que infectan algunos cerebros. El reparto, gratuito, empezaría por todos los que no se alegran cada vez que se registra un descenso en los contagios y los fallecimientos en España.

Luego encabezaría la lista el propio inventor de la vacuna, Donald Trump, que nos deja boquiabiertos y sin mascarilla cuando Estados Unidos está ya cerca de superar, en apenas un mes, los muertos que se registraron en la guerra de Vietnam, que duró diez años. No tiene la culpa aunque tenga el remedio.

En España debo dar las gracias a “La Fundación Internacional para la Libertad” que se manifiesta “en contra del confinamiento, contra la imposibilidad de trabajar y contra la manipulación informativa”. Los firmantes del manifiesto también pueden ser candidatos al experimento de Trump, entre ellos el presidente de la Fundación, Mario Vargas Llosa, y otros como José María Aznar, Esperanza Aguirre y Cayetana Álvarez de Toledo. ¿Dónde estaba Vargas Llosa cuando en España estrangulaban la sanidad pública algunos de los firmantes de esa propuesta suicida? Debo reconocer que también estoy contra la manipulación informativa aunque afectaría esencialmente a los medios que precisamente ellos controlan, los heraldos negros del inmundo. Y a todos los que, amparándose en la libertad de expresión, no dejan de lanzar mentiras y bulos como ese informe de Australia, aireado en el Pleno del Congreso por Casado y Abascal, que sitúa a España como el país que peor ha gestionado la crisis y que luego se ha sabido que fue elaborado por un contable. Casado y Abascal, el Torquemada que se queja de la censura, también pueden probar la vacuna de Trump.

Quien sabe, a lo mejor Donald tiene razón y estos de la Fundación o la “famiglia” dejan de pensar más en la bolsa que en la vida. Un estudio del Imperial College de Londres, que ha demostrado bastante fiabilidad en otras estimaciones, aseguraba que las medidas de confinamiento habían salvado en España, hasta el 30 de marzo, 16.000 vidas. Gracias al mismo aislamiento social se habrían evitado en Italia 38.000 muertos. Sin esas políticas de distanciamiento, el coronavirus podría haber infectado en todo el mundo a 7.000 millones de personas y habría acabado con la vida de 40 millones, debido a los contagios y al colapso del sistema sanitario.

De manera que todos los que están en contra del confinamiento, incluido Santiago Abascal que vota contra el Estado de Alarma, pueden probar la receta de Trump. Y a tomar un poco el sol.

Gloria Gallas