De La peste a la Covin

Sigo a veces un programa de radio, en el que una vez a la semana, un analista literario recomienda libros para leer. Hace unos días le escuché decir que era el momento más propicio para leer, o releer, “La peste” de Albert Camus. Me levanté del sillón, fui a la estantería, cogí el libro, y me puse “ipso facto” manos a la obra. ¡Qué distinta es la sensación de una obra según el momento en que se lee! La lectura de esta obra de Camus, adquiere una relevancia especial si se vuelve a leer cuando estamos acabando, pero aún sumidos, en una grave pandemia.

Una novela que se publicó hace más de setenta años, y que según parece relata unos acontecimientos acaecidos en la ciudad de Orán hacia mediados del siglo XIX. Siempre fue calificada de metáfora universal; pero hoy adquiere otra dimensión. Además de universal, porque traspasa el espacio y el tiempo, revela que existen fenómenos humanos que siempre están presentes. La habilidad del escritor francés de origen argelino, es objetivar unos hechos que quedan ahí plasmados como reflexión para futuras generaciones y futuras epidemias.

Los diálogos entre el doctor Rieux y el cronista Tarrou, así como los de los demás variopintos personajes: arquitecto, prefecto, juez, escritor, periodista…, nos llevan a una reflexión, que muy bien podríamos extrapolar al coronavirus del siglo XXI. Se ha dicho en numerosas ocasiones que este tipo de pandemias ponen de manifiesto lo mejor del ser humano. Y es verdad; se ve en el relato de La Peste, y se está viendo en La Covin. El ser humano tiende a protegerse de forma colectiva con solidaridad, racionalidad y mucha generosidad. Pero…

También aflora lo peor del ser humano, en todas las crisis, “desde La peste al Covin”. Dice Rafael Narbona: “La peste nos enseñó que las peores epidemias no son las biológicas, sino las morales. Sacan a la luz la insolidaridad, el egoísmo, la inmadurez, la irracionalidad”. Algunos la utilizan como instrumento político, para exteriorizar el odio y la intolerancia. Quizá evitaríamos estas reacciones indecentes, si utilizáramos la epidemia para sacar consecuencias, para mejorar nuestras estructuras colectivas, y para orientar la educación de futuras generaciones hacia una excelencia moral basada en el conocimiento, y no en la ignorancia.

Julio García-Casarrubios Sainz

http://juliocasarrubios.blogspot.com