¡Se fue Antonio Otazo!

Cuando el pintor Otazo se embarca para Venezuela en 1959 tenía 30 años y dejó atrás tres hijos, uno de ellos Luis O. Perera, que se hizo electricista y pintor.  Fue en el mismo año en que me voy a estudiar a Madrid con solo 17 años a mis espaldas. Era la época en que algunos compañeros como los recordados Alejandrino Rodríguez y  Miguel Álvarez, o amigos como Juan Antonio Domínguez y los hermanos González Yanes habían tomado rumbo a Venezuela en busca de un mundo mejor. Ejemplo claro de la emigración canaria.

No conocía a Antonio Otazo,  pero sí a sus hermanos más jóvenes. A Juanito, excelente músico de la orquesta Orotava, y a Miguel Ángel, compañero de curso de mi hermano Francisco. Es que vivíamos en la diagonal que nos unía en la plaza de la Constitución, entre Calvario 1 y la esquina del Victoria y nos veíamos con frecuencia. Su padre, don Juan Otazo, había sido militar y creo recordar que se dedicó al mundo comercial en la capital tinerfeña. 

Con el paso de los años coincidí con algunos personajes de la Villa en el mundo de la política. Las elecciones democráticas de 1979 en el municipio de La Orotava nos permitió compartir asientos políticos en el ayuntamiento orotavense con Buenaventura Machado y Juan Acosta, por la UCD, con Vicente Miranda y Rafael Hdez. Correa, por el PSOE, con Domingo Domínguez y Cayetano Mejias por la UPC, siendo elegido alcalde mi hermano Francisco, de la AIO.  Al principio nos tocó lidiar con la herencia política heredada y uno de los asuntos que se trataron fue el homenaje a don Aarón Luis Otazo Marrero, abuelo de Antonio Otazo, en el municipio de Arafo, donde ejerció de abogado y apostó por la música. Así que el 28 de agosto de 1980, siendo alcalde de Arafo el amigo Calzadilla, los pueblos de La Orotava y de Arafo, unidos por la cumbre dorsal volcánica de la isla de Tenerife  y la música, llevaron a cabo un homenaje al maestro Otazo Marrero. Recuerdo que hacía un calor de envergadura y el busto, que había sido diseñado por su nieto Antonio Otazo, no resistió el paso del tiempo y al no fundirlo en bronce  se “derritió”, en palabras de un amigo arafero. 

Fue la época en que el amigo Otazzo reaparece en la Villa, con dos zetas en su apellido, y me permitió conocerle un poco más cuando el amigo Juan del Castillo nos invitó a su casa para compartir una noche inolvidable en la que participamos el anfitrión, el director de la revista Cambio 16, José Oneto, José Manuel de Pablo Coello, a la sazón director del periódico El Día,  Antonio Otazzo, y este relator. Llamó la atención la presencia de una musa mexicana que acompañaba a Otazzo y la oferta que me hizo el pintor y escultor canario-venezolano cuando me pide que pose unos minutos para que pudiera dibujarme, ya que entendía tenía un parecido con el Libertador Simón Bolívar. Aún conservo el cartón. 

En 1986 una delegación de La Orotava es invitada a visitar Venezuela al cumplirse un quinquenio de la visita del histórico líder de Venezuela, Rómulo Betancourt, a la Villa de Arriba orotavense en junio de 1981. Ello nos permitió acercarnos a Cagua, por gestión del amigo Paco González Yanes, para saludar al amigo Otazzo, quien trabajaba de manera intensa en el mundo de la pintura y de la escultura. Lideró la expedición  el alcalde de la Villa, el amigo y compañero Isaac Valencia, y tuvimos la oportunidad de conocer el campo de trabajo de la obra artística de Otazzo, donde la escultura hacía gala de toda una expresión del surrealismo que acompañaba a veces al amigo Otazzo. Había que verlo subido en lo alto de aquel caballo que imitaba la estatua ecuestre de Simón Bolívar. 

Pasan los años y Otazzo decide regresar de manera intermitente al municipio que le vio nacer, La Orotava, para reconocer a su familia canaria y recordar a sus amigos. Comparte mucho tiempo con otro artista, Ezequiel de León y con el joven director alfombrista, Domingo Expósito. Conoce a nueva gente como la familia Regalado, propietaria del Hotel Alhambra, donde encuentra un magnífico museo para albergar algunos de sus preciosos cuadros muralistas. También expone en la Casa de la Cultura San Agustín y en la plaza de la Constitución de la Villa orotavense. Se anima a recordar viejos tiempos y se reúne en la bodega familiar de los Sánchez en los Altos de La Orotava. Pinta temas religiosos y apunta asuntos paisajísticos. Combina la brillantez con la oscuridad y encuentra admiradores que se organizan para crear la Asociación  Antonio Otazzo, que recibe varios centenares de ofertas para conformar en la Villa un museo específico de este autor. Por eso y dada la situación política que atravesaba Venezuela, la Asociación que preside el amigo Marcos Guimerá Ravina  decidió enviar a la república bolivariana venezolana a Luis O. Perera, nieto de Antonio Otazzo, y a un amigo y compañero del mundo artístico, otro Luis. Tras un viaje apocalíptico y surrealista, no exento de peligros reales, consiguen traer a Tenerife la colección artística de Antonio Otazzo, para ofrecerla al ayuntamiento de La Orotava.

La última vez que saludé a Otazzo fue hace algunos años en el aeropuerto de Los Rodeos cuando regresaba a su Venezuela del alma. Lo noté algo disgustado. 

Creo que el mejor homenaje que se le puede ofrecer al artista Otazzo, después de su marcha a los cielos de Venezuela por culpa de una alteración brutal de sus derechos a la vida, es  colgar su obra en un museo que lleve su nombre en La Orotava. Como lo va a hacer su amigo Paco González en su bodega de Tacoronte, con los cuadros que le compró en Venezuela, donde compartieron años de amistad.  

Coincidencias de la vida hacen que la Alta Comisionada  de Naciones Unidas en materia de Derechos Humanos, la chilena Michelle Bachelet, haya  denunciado el mismo día del crimen, 17 de julio de 2020, la ausencia por parte de Venezuela del respeto a los derechos a la vida de sus ciudadanos. El caso de Otazzo, el Dalí de las Américas, es uno de ellos máxime al tratarse de un artista de más de 90 años de edad. ¡Descansa en paz, amigo!

Isidoro Sánchez 

julio de 2020