Crónicas Distópicas. El país al que se le exiliaban todos los reyes

Había una vez un país tan monárquico tan monárquico que tenía dos reyes. Y esto era así porque, desde hacía siglos, todos sus reyes y reinas eran corruptos y terminaban en el exilio. Además, la dinastía reinante no era originaria de este país, sino del país tradicionalmente enemigo, y el penúltimo de sus reyes había nacido en Roma y criado en Estoril.

Empezamos nuestra historia con Carlos IV ‘El Cornudo’, cuyo padre le decía amenudo: "Carlos, que tonto eres", y cuya esposa y prima hermana, María Luisa de Borbón y Parma, aseguró a su confesor, Fray Juan de Almaraz: “ninguno de mis hijos lo es de Carlos IV y, por consiguiente, la dinastía Borbón se ha extinguido en España”. Se exilió a Francia en 1808 como resultado del ‘Motín de Aranjuez’, en el que su propio hijo, Fernando VII ‘El Felón’, había conspirado contra él, contra su madre y contra el amante de esta y valido del rey, Godoy.

Su sucesor, el conspirador Fernando VII, también pasó una temporadita exiliado en Valençay (Francia), el país que siempre han amado los Borbones, al amparo de Napoleón. Junto a su padre, perdió los derechos reales al firmar las ‘Abdicaciones de Bayona’, por las que cedían el reino a Francia a cambio de un palacete y una cuantiosa suma de dinero. Los españoles se levantaron contra la ocupación francesa y convirtieron al ‘Felón’ en ‘El Deseado’, quien les pagó el favor derogando ‘La Pepa’ y gobernando con despotismo.

El Felón fue sustituido por Isabel II ‘La Ninfómana’, proclamada mayor de edad con apenas 13 años, en una votación sin precedentes de las Cortes Generales, para tener una reina que confrontar a las aspiraciones Carlistas. De ella se sospecha igualmente que ninguno de sus descendientes lo era de su esposo, Francisco de Asís, apodado ‘Doña Paquita’ por su amaneramiento y los muchos encajes y puntillas que gustaba vestir. En 1868, empujada por la ‘Revolución de La Gloriosa’ tuvo que abandonar España, cuando se encontraba de veraneo en San Sebastián. Finalmente, se exilió en Francia, donde residió hasta su muerte en 1904. Antes, en 1870, abdicó en favor de su hijo Alfonso XII.

Su exilio dio paso al Sexenio Democrático (1868-1874), en el que Amadeo de Saboya fue coronado rey de España en 1870. Tres años después, el italiano, tomó las de Villadiego y se exilió temporalmente en Lisboa, para después terminar sus días en Turín.

Entre 1873 y 1874, España vivió su primera experiencia republicana, corta pero intensa, hasta la proclamación de Alfonso XII con el apoyo del influyente Cánovas del Castillo. Su reinado, tranquilo comparado con sus predecesores, apenas dura una década tras su muerte por tuberculosis.

La muerte prematura, en 1885, de Alfonso XII puso de nuevo en jaque la estabilidad de la monarquía española, pero, en otro de los truculentos episodios a que nos tiene acostumbrados la Casa Borbón, su hijo Alfonso XIII es nombrado rey al nacer, aunque quien gobernará como regente hasta su mayoría de edad será su madre, María Cristina de Habsburgo.

Tras un reinado salpicado por la dictadura de Primo de Rivera, con consentimiento real, Alfonso XIII ve con alivio la proclamación de la Segunda República (14 de abril de 1931) dado que sus inquietudes principales estaban en el cine pornográfico. Así, sin oponer ninguna resistencia, se dedicó a vivir la vida en hoteles de lujo hasta su exilio definitivo en Roma.

Y así llegamos hasta Juan Carlos I, el último Borbón exiliado, hijo de Juan de Borbón, el rey sin corona que quiso alistarse en las tropas franquistas y fue rechazado porque no se fiaban de sus intenciones.

Para la proclamación de Juan Carlos I tuvo que producirse la trágica muerte de su hermano, -a manos suyas y por accidente, según la propia familia. Claro, que conociendo la historia de los Borbones y como se las gasta la realeza cualquier cosa es posible-; que fuera educado y nombrado a dedo por un dictador genocida y que su padre renunciara al trono. Todo ello fue posible gracias a una Transición que no ajustó cuentas con la dictadura, reinando hasta que sus excesos, su laxa moral y la amenaza de la justicia le han animado a poner tierra de por medio y exiliarse en un destino que el Gobierno dice desconocer. Juan Carlos I se lamenta de que pasará a la historia como “el de Corinna, el de los elefantes y el de los maletines…”, y acierta de pleno porque las tres cosas son ciertas, como también lo es que es otro Borbón exiliado.

En aquel país que tenía dos reyes, uno se fue al exilio y el otro siguió reinando como si la cosa no fuera con él. Los medios de comunicación dedicaron portadas e interminables tertulias a loar al huido y criticar a los republicanos. El malo malísimo era un vicepresidente que se había comprado un chalet con su dinero y una hipoteca de 30 años, mientras el rey que se quedaba vivía en un palacio que pagamos todos y se iba de vacaciones a otro palacio que pagamos todos… y colorín colorado, este cuento se ha acabado…

Plumaroja 20