Cuento del hijo díscolo y el hermano leal

Nunca en la historia del hemiciclo se ha dado una situación como la de los últimos dos días. Tras amagar, apretar, buscar candidato e intentar elaborar un programa, Vox se presenta en el Congreso de los Diputados a protagonizar una moción de censura contra el Gobierno, mientras su hermano mayor, el PP, observa la barrabasada esperando sacar algún rédito político de la bravuconada.

El discurso de apertura fue protagonizado por el objetivo real que se perseguía: abrir a destiempo y de forma presuntuosa las elecciones en Cataluña; y allí estaba el diputado Garriga, candidato de Vox a presidir la Generalitat, con un discurso poco elaborado que fluye dando bandazos entre los escollos de la ideología ultraderechista, con el fin de parecer más moderado, como el lobo disfrazado de cordero.  

Tras Garriga hizo acto de presencia Abascal, intentando hilvanar un discurso inconexo y desnortado que intentaba vender a modo de programa de Gobierno alternativo, requisito indispensable para llevar a cabo la hazaña; pero en el que no se hablaba de la pandemia, ni del coronavirus, ni siquiera de la crisis económica que está amenazando España. Ni una sola palabra de posibles soluciones a los asuntos que más preocupan en este momento a la ciudadanía y sí muchos de reproches ideológicos, decorados con mentiras y basados en guerras del pasado en las que se rememoraban problemas ya resueltos en otro tiempo; como la victoria, no reconocida, de un Gobierno socialista sobre ETA.

El candidato a presidente mantuvo un discurso de dos horas plagado de conjeturas, divagaciones e insultos impregnados de la consigna Goebbeliana de “una mentira repetida muchas veces se convierte en realidad”.

Tras Abascal, llegó el turno del presidente del Gobierno que, con calma y seguridad, dedicó una gran parte de su discurso a la oposición real que le ocupa, el PP, y a su líder, Pablo Casado, intentando abrirle los ojos para cerciorarse de lo que tiene al lado y con quien se está jugando las elecciones y los votos, sobre todo en función de los resultados electorales y de los pactos municipales y regionales vigentes en el territorio nacional.

El resto de los Grupos Parlamentarios pasó como las bolas de un rosario, mostrando su disconformidad no solo con el “candidato”, sino con la ausencia de programa, la ausencia de proyecto y la agresividad del discurso, que no pasó de ser una larga cadena de discursos reiterados y repetitivos aprovechando la coyuntura para hablar de lo que a cada uno más les preocupaba, aunque en ningún caso se habló de un cambio de Gobierno.   

Las horas fueron pasando incansablemente, para todos por igual, pero haciendo más mella en quienes irresponsablemente habían paralizado a todo un Gobierno y al órgano legislativo de un país, por un simple capricho: “echar al presidente para convocar elecciones generales”, todo ello, en plena cuesta ascendente de una pandemia que ya se ha cobrado demasiadas vidas y con un discurso que ignoraba por completo esta situación.

Los medios de comunicación y las redes sociales no le fueron favorables al “candidato”  ni tampoco el pueblo español que, lejos de la treintena de palmeros que le suelen acompañar, criticaron con fuerza el exceso de protagonismo que rayaba por momentos en egocentrismo en torno la figura de un político que en su fuero interno ni siquiera aspiraba a ser presidente de gobierno, sino “echar a los socialistas de La Moncloa”, aunque sí había creado falsas esperanzas a sus seguidores.

Abascal necesitaba una vacuna de “humildad” que ayer le fue inyectada, probablemente en una dosis menor a la que realmente necesita. Por esta razón su entrada en hemiciclo la segunda jornada, ya no era la del caballo blanco vencedor, sino la de un mal perdedor. La moción de censura contra Pedro Sánchez se había convertido en la moción de censura contra sí mismo;  contra Vox, contra Espinosa de los Monteros y Ortega Smith y también contra Olona y Monasterio.

Debe ser duro comprobar que no hay ningún tipo de apoyo en el hemiciclo. La primera esperanza se perdió cuando Ciudadanos, dándole la razón en determinados puntos, le afeó el momento de presentar esta moción, pero quedaba la esperanza azul. El hermano mayor, que según su criterio debería sentirse orgulloso de la hazaña y sobre todo los diputados del PP que se habían mostrado públicamente partidarios de la moción de censura.

Quienes no saben ver la realidad y llaman asesinos a Largo Caballero o a Indalecio Prieto, veían en su realidad el “milagro” de los votos de los diputados del PP en favor de la moción. Una vez más se habían creído sus propias mentiras. “Varios diputados, de varios partidos están dispuestos a votar la moción de censura” decían los días previos, cuando sonaban los nombres de Cayetana Álvarez de Toledo o Adolfo Suárez Illana entre los artífices del “milagro”.

Espinosa de los Monteros lloraba desconsoladamente mucho antes de que el auténtico “califa” de la derecha dejase salir su discurso, pero cuando ya era evidente cómo serían las horas que les quedaban por vivir. Fue como la lenta agonía de los peces, muriendo sin dejar de abrir la boca aunque ya no quede nada más por decir, porque no hay más que un discurso vacío hasta de eco.  

El hermano mayor, Pablo Casado, observó la “travesura” sin hacer público el voto, por si en el último momento podía obtener algún beneficio político de la situación, pero el pescado estaba vendido. Solo le quedaba la herramienta del “golpe de efecto”, que ejecutó con maestría con un “¡hasta aquí hemos llegado¡”, para desgranar uno a uno los merecidos tirones de oreja al hermano pequeño, que se había callado los últimos tres años. Ahora era el momento de sacarlos a relucir todos de golpe, con el único objetivo de dejar clara a la ciudadanía la distancia que el PP de Pablo Casado pretendía marcar a la ultra derecha de Vox.

Eso fue lo que más dolió a Abascal, la “equidistancia” de Casado. Que su hermano mayor le comparara con el “ogro” Pablo Iglesias. Que hiciera un discurso equiparación entre Vox y Podemos. Que no volviera a ejercitar el principio de “el que calla otorga”.

Abascal, criado en el seno del PP de Fraga, de Aznar… al que según Casado se le debía dado trabajo durante 15 años, había sido el niño mimado de la derecha. El díscolo que se marchó, mientras Casado siempre fue el hijo leal que ahora tenía la misión de salir vencedor y para ello contaba con más tablas y mucho mejor discurso político.

“El PP marca distancias con Vox”, esa es la conclusión de esta moción de censura. Una conclusión que como golpe de efecto está muy bien, pero... ¿Qué va a ocurrir a partir de ahora? ¿De verdad va a romper el PP con Vox? ¿Qué opinan de todo esto Ayuso y Álvarez de Toledo? 

Una vez más ha quedado demostrado que la palabra puede hacer más daño que cualquier arma letal… pero eso solo es así, si la palabra está pronunciada por alguien que piensa lo que dice y lo defiende hasta el final de sus consecuencias ¿Hará eso Casado?

P. Moratilla