La libertad que reclaman el PP y Vox

La derecha y la ultraderecha han descubierto de forma reciente la palabra libertad. Se les llena la boca cuando la reclaman con la misma intensidad que su pérdida de memoria. Porque las raíces del PP y de Vox se hunden en regímenes autoritarios que hicieron sufrir a los ciudadanos españoles con la pérdida de la libertad, la auténtica libertad, no la que les priva de sus privilegios y de sus caprichos que es la que ellos ahora reclaman. 

En la historia, a la vuelta de nuestra esquina, tenemos el largo periodo del llamado “terror blanco” que abarcó toda la posguerra con privaciones masivas de libertad física, política, cultural e ideológica. Esta represión violenta de la libertad se extendió hasta el fallecimiento del dictador e incluía la censura de prensa y de otras publicaciones que no se quemaban en la hoguera porque se impedía que llegaran o salieran de la imprenta. La falta de libertad por motivos ideológicos o por estar en el lugar que se consideraba equivocado, se concretaba en las cárceles, los ajusticiamientos, los crímenes y las desapariciones forzadas. Incluso a muchos padres se les negó la libertad de quedarse con sus propios hijos porque eran robados y entregados a otras familias del régimen.

Esa falta verdadera de libertad se extendía a cualquier lugar del pensamiento y se reprimía desde las fuerzas del orden público, las fuerzas armadas, los grises, la policía secreta, la brigada político-social, todos ellos englobados en la Dirección General de Seguridad donde existía una sección cuarta denominada “antimarxismo”, encargada de la represión política contra todos los que no pensaban lo que mandaba el régimen.

Esta derecha, que nunca pidió perdón por las víctimas, reclama su recién descubierta libertad cuando el país se confina por un virus que mata a millones de personas, cuando se intentan esclarecer y, en su caso, eliminar las falsas noticias que lanzan a las redes y que pueden generar alarma social, o cuando pretenden defender privilegios que sus gobiernos anteriores habían elevado a la categoría de Ley.

La nueva Ley de Educación pretende que todos los centros públicos y concertados o privados tengan las mismas obligaciones; que exista una oferta suficiente de escuelas públicas para que las familias no se vean obligadas a llevar a sus hijos a las privadas; que no haya guetos, ni estudiantes privilegiados; que no se discrimine por sexos a los alumnos o que la administración no ceda suelo público para la construcción de colegios privados, una practica muy extendida en Madrid. 

La derecha tiene tanto presiones como motivos para reclamar libertad para formar ideológicamente a niños y niñas, para cobrar a las familias por las clases de apoyo aunque esté prohibido y por otros negociados que ya han salido a la luz. Por ejemplo, los autos judiciales de la trama Púnica de corrupción del PP que señalan cómo Francisco Granados cobraba sobornos de 900.000 euros por cada colegio concertado creado al que se le cedía suelo público para su construcción.

La derecha reclama libertad para que se obligue a los alumnos a estudiar religión en vez de que se trate, a partir de la nueva Ley, de una asignatura optativa.

Y reclaman libertad para que no se enseñe a los alumnos la asignatura de Valores, ¿qué valores? Estos: “Se incluirán contenidos referidos a la Constitución española, al conocimiento y respeto de los Derechos Humanos y de la Infancia, a la educación para el desarrollo sostenible y la ciudadanía mundial, a la igualdad entre hombres y mujeres, al valor del respeto a la diversidad y al valor social de los impuestos, fomentando el espíritu crítico y la cultura de paz y no violencia". 

Y esos valores tan universales que deberían definir por extensión a todo ser humano van contra la libertad que reclaman la derecha y la ultra porque es probable que los niños y las niñas que los estudien descubran de verdad qué es la Libertad y cual es esa otra libertad que vociferan los ultras para defender sus negocios y la ideología de sus privilegios. Una libertad que les permitirá distinguir la verdad de la posverdad, la verdad de la mentira.

elObservadorDCLM