Así fue el 2020 (II)

Michael Robinson nos dejó en el mes de abril, cuando la pandemia seguía campando a sus anchas y había provocado 24.543 fallecidos en todo el territorio nacional. Este virus se había llevado además al cantante El príncipe Gitano; los empresarios Paco “el Pocero” y Alfonso Cortina; el deportista Radomir Antic; el poeta, pintor y cantautor Luis Eduardo Aute; el periodista Jose María Calleja y el político del PP Juan Cotino.

A Sabina le robaron el mes de abril, a nosotros nos robaron el mes de marzo, abril, mayo y junio, cuando nos manteníamos confinados en las viviendas sin poder salir a la calle para evitar los contagios, sin que hubiera en el mercado mascarillas para todos. Esta era la única manera de evitar males mayores, hasta que las mascarillas empezaron a hacer acto de presencia.

Si la palabra elegida por la RAE este año ha sido la de “confinamiento”, el objeto protagonista de este 2020 sin duda ha sido “la mascarilla”. Sanitarias o quirúrgicas; lavables o FPP; blancas, de colores, con estampados o de camuflaje. Con frases reivindicativas o banderas… Cada quien ha utilizado la que ha querido, podido o le han dejado, mientras la industria de las mascarillas crecía durante el verano en un 10.000%.

La primavera traía a un presidente del PP en CLM más preocupado que nunca por la policía municipal, exigiendo al Gobierno regional PCR para ellos, cuando la responsabilidad de tal medida realmente es de la Administración Local. Todo era nuevo para todos y algunos metían la pata con excesiva facilidad.

La primavera que “la sangre altera” también alteró, aún más, la de Cayetana Álvarez de Toledo, que en un arrebato de “locura transitoria” tuvo a bien llamar en el Congreso de los Diputados a Pablo Iglesias “hijo de… terrorista”.

Madrid presumía de macro-pulmón-sanitario con Ifema, que había sido montado en tiempo récord por el Ministerio de Defensa y mientras CLM contrataba a más de 4.322 sanitarios de refuerzo en la lucha contra la pandemia; Ayuso, que había prometido formalizar 600, solo firmó 122. Eso sí, posó a modo de “Dolorosa” para que toda España fuera testigo de “su sufrimiento”.

La diputada regional del PP Lola Merino, se atrevía a frivolizar con ETA y la pandemia, y colgó una foto en sus redes sociales, en la que podía verse a los encapuchados de ETA sobre la que preguntaba si Sánchez y Page nos mandarían “esas mascarillas”.

A nivel nacional también Echániz “manos tijeras” (PP), conocido como “el brazo ejecutor de los recortes de Cospedal”, se permitía el lujo de amenazar a Adriana Lastra (PSOE). Acababa de decir en el hemiciclo que “el estado de alarma salva vidas. No pongan en entredicho por razones políticas el esfuerzo de 47 millones de españoles”, a lo que Echániz respondió: “Te vas a enterar”.

La derecha y la ultraderecha convocaban caceroladas en el Barrio de Salamanca de Madrid, donde la clase pudiente, entre joyas y Mercedes, pedía ”libertad”, probablemente para seguir contagiándose, mientras en las residencias madrileñas seguían muriendo ancianos desnutridos y deshidratados según la denuncia presentada por la Asociación del Defensor del Paciente.

El diputado socialista Daniel Viondi vió como se escribía en su cuenta de twiter “Pero que hijo de la gran puta eres, a ti si que te tenían que pegar dos tiros en la cabeza”, y en algunas ventanas y balcones resonaba el grito de “socialistas asesinos” tal vez siguiendo el dictado de la clase fascistoide.

Todo eso ha pasado en este 2020, aunque da la sensación de que hace mucho más tiempo. ¿Quién puede olvidar el eco de las palabras de la diputada del PP por Toledo, Riolobos Regadera, diciendo aquello de “Yo vivo en Talavera de la Reina, y nosotros cuando estamos muy malitos, muy malitos, lo que queremos siempre es venirnos a Madrid, porque sabemos que en Madrid tenemos más posibilidades de curarnos”. No alzaba la voz para defender a su tierra. Simplemente, como buena pudiente dueña de varios pisos en propiedad, defendía la sanidad madrileña en la Comisión de Sanidad y Consumo. Era el 11 de mayo de 2020.

El mes de mayo nos privó del joven influencer Alejando Lequio y del político Julio Anguita, y el virus pudo con lo que otros no pudieron y se llevó a Billy el Niño.

Junio comenzaba con esperanza, aunque no se vislumbraba una solución clara. El Ministerio de Transición ecológica regaló un titular a Castilla-La Mancha al afirmar que se proponía para el Trasvase Tajo-Segura reducir el agua trasvasada y aumentar el umbral de agua acumulada en los pantanos.

Pronto se comenzó a hablar de “nueva normalidad” pero también de “rebrotes”. Los políticos empezaban a tirarse trastos a la cabeza con el reparto del Fondo Covid.

En Castilla-La Mancha, el PP hacía magia con 500 propuestas de reconstrucción que los ciudadanos nunca pudimos ver, pero también con la sorpresa de las 712 reuniones que había mantenido su presidente regional. De estas supuestas reuniones, las 212 últimas debieron producirse en tan solo 3 días, ya que tres días antes la diputada regional, Ana Guarinos, hablaba de casi 500 y en las redes sociales solo pudimos ver 50.

El lado positivo fue el acuerdo entre PSOE y CS para iniciar la reconstrucción, mientras el PP seguía negando y evitando en todo lo posible la reconstrucción de esta tierra. Una suerte que el Gobierno regional tuviera mayoría absoluta en este caso.

En el ecuador del año se acabó la escritura de Carlos Ruiz Zafon, la maestría en escena de Rosa María Sardá y la música de Pau Donés.

Julio debía ser el mes en el que se recuperara el tiempo invertido en el confinamiento y las Cortes Regionales no pararon su trabajo, aunque a veces el salón de Plenos parecía un auténtico “patio de colegio”.

La diputada del PP, Lola Merino recordaba a Alejando Ruiz (CS) que “usted será el gallo que canta, pero somos las gallinas las que ponemos los huevos”. Esto después de que le dijera “se cree el ladrón que todos son de su condición” y el diputado naranja le contestara que “la mayor ladrona es usted”.

Situaciones que nos han propiciado enormes dosis de vergüenza ajena, al comprobar la calidad política de nuestros dirigentes.

Diez días después de haberse levantado el estado de alarma, España contaba con 201 brotes activos, y en ese tiempo se habían sumado 99 fallecidos más, 1.154 nuevos ingresos hospitalarios y 93 en UCI.

Vox volvió a utilizar las revueltas de los temporeros en Albacete para hacer política en contra de la inmigración, y volvió a dar la nota cuando en el funeral de Estado, celebrado en Madrid, con asistencia de la inmensa mayoría de grupos políticos, faltó a la cita junto con Bildu y la Cup.

En pleno verano, los negacionistas comenzaron a argumentar unas teorías extrañas, que dejan de lado la ingente cantidad de personas contagiadas y fallecidas. Como si nada fuera real y permitiéndose el lujo de caminar por la calle sin mascarillas.

Julio se llevó al escritor Juan Marsé, al músico Ennio Morricone y a la única actriz que seguía viva, de los dorados años de Holliwood, Olivia de Haviland a quien todo el mundo recuerda por “Lo que el viento se llevó”, que murió a la nada despreciable edad de 104 de muerte natural.

Agosto nos recordó que todo había sido un espejismo, que nada había terminado y que era el momento de volver a empezar.

La situación se vio agravada en Navarra, donde tuvieron lugar una serie de terremotos, algunos de ellos con importante intensidad. Algo parecido ocurrió en Andalucía, donde no solo los incendios de Huelva, Sevilla y Málaga se sumaban al de Extremadura en el Jerte, sino que además comenzó a preocupar una epidemia de Fiebre del Nilo que aumentaba lentamente los contagios, localizados fundamentalmente en Cádiz y Sevilla.

El resto del país se encontraba inmerso en la búsqueda de rastreadores mientras la Justicia llevaba la contraria a los políticos con las medidas restrictivas.

Agosto terminó y con él se fueron el jugador de baloncesto Kobe Bryant en un accidente aéreo y también el actor Manuel Gallardo, recordado sobre todo por su intervención en la serie Verano Azul.

P. Moratilla