Yo no soy yo, evidentemente

Cuando se sentaron todos juntos con sus abogados para celebrar su estrategia ante los jueces, debieron morirse de risa porque otra vez iban a tomar el pelo a todos los españoles. La línea de defensa se basaba en dos aspectos: los papeles eran de Bárcenas y nosotros no somos nosotros: es él. 

En la literatura mundial, de ficción, existe una larga saga de negacionismo del propio yo empezando por la creación más reciente, yo no soy Aznar, yo no soy Cospedal, yo no soy Javier Arenas, yo no soy Federico Trillo. Quevedo ya explicaba estos disimulos indisimulados en su etéreo “Soy un fue y un será”; Torrente Ballester iniciaba una investigación sobre un prolífico autor desconocido en “Yo no soy yo, evidentemente” y Rimbaud pasaba una temporada en el infierno como un poeta contorsionista que entraba y salía de sí mismo, un alma que estaba pero que se había ido. Su “Yo es otro” plantea para algunos analistas el combate entre un modelo sagrado y una parodia salvaje.

Aunque se trata de una parodia salvaje, parece que en España el Partido Popular goza de una especie de bula eclesiástica o civil, un modelo sagrado o una pátina que le permite restregarnos por el rostro sus tropelías más obvias sin que la sociedad emita el castigo correspondiente. Ahí siguen con lo suyo que no es lo suyo, que es de Bárcenas.

Todos en España sabemos que Aznar es Aznar, Arenas es Arenas y que etcétera es etcétera, y la Audiencia Nacional también lo sabe desde 2018 en que determinó, como resultado de las investigaciones del Caso Gürtel, la existencia desde la fundación del PP en 1989 de una estructura de contabilidad y financiación ilegal que se desarrollaba en paralelo a lo que el partido informaba oficialmente.  La Audiencia Nacional, en su sentencia, argumentó que el PP ayudó a establecer “un sistema genuino y efectivo de corrupción institucional a través de la manipulación de la contratación pública central, autonómica y local”. También consideró que Rajoy no había sido “veraz” en su testimonio como testigo durante el juicio.

De no ser por la moción de censura, ahí seguirían negándose a sí mismos tres veces aunque cantara el gallo de la aurora.

elObservadorDCLM