EL DEPORTE ES OTRA COSA. AQUÍ HABLAMOS DE DINERO

En relación con esto de la Superliga, he leído opiniones que me escandalizan y hacen que pierda la fe en la naturaleza humana. Tratando de ver esto desde el corazón, cada vez más creo que, efectivamente, es una guerra entre ricos codiciosos llenos de avaricia y mi natural tendencia al quijotismo hace que me incline inmediatamente a favor de los más débiles, que en este caso son los clubes que no han sido llamados para formar parte de la nueva aristocracia.

Pero a mi juicio el asunto tiene mucho más calado del que se ve a primera vista. Así, por una parte hay quienes emplean expresiones y términos tales como “épica del deporte”, “competitividad abierta”, “merito deportivo”, ”integridad” y “solidaridad” que hace mucho tiempo que desaparecieron del panorama futbolístico mundial y por otra parte están los medios de comunicación y parte de los aficionados que le hacen de una manera más o menos interesada un trabajo sucio a la putrefacta organización que controla el fútbol. 

Si tuviera que salvar alguna competición europea doméstica por ser cercana a los valores que ahora se predican como causa del rechazo a esta nueva élite que se pretende, esta sería la Liga Inglesa, desde unos años llamada Premier League, en donde se ha sabido crear un sistema más o menos justo y equitativo de reparto de ganancias y equilibrio de poder entre sus participantes que convertía a esta competición en la más justa de Europa y donde aún tenían cierta cabida los sueños épicos de los aficionados de equipos más modestos. ¿Y el resto de ligas? El resto es un sistema de ricos contra pobres donde los ricos son cada vez mas ricos y los pobres cada vez más pobres y desde los que jamás ha surgido una voz discrepante alegando falta de competitividad real abierta, merito deportivo, integridad o solidaridad. 

Fíjense ustedes, por ejemplo, como se reparte el dinero de las televisiones en España y juzguen si tal reparto tiene algo que ver con los valores europeos que dicen defender los enemigos de esta nueva competición. Todos calladitos. Observen cómo se hacen uno tras otros con los grandes promesas del resto de los clubes participantes -aunque sea para no jugar casi nunca en sus nuevos clubes- sin que estos rechisten los más mínimo o cómo controlan las habitaciones desde las que se juzgan los aspectos más controvertidos de cada partido.

U observen también cómo, desde los organismos que dicen ser garantes de la integridad, la solidaridad o la pureza de este deporte, llevan años tomandose decisiones cada vez más perjudiciales para los jugadores y los clubes, guiados por su interés económico exclusivamente.  La última de ellas, sin ir más lejos, la de montar un Mundial en Qatar, con todos los inconvenientes que de ello se derivan, en el que además todo lo ponen esos clubes tan insolidarios, tan faltos de integridad y a ajenos a la pureza deportiva que defienden estos caballeros sin espada. Tampoco he visto muchas quejas sobre las bolas calientes, o cómo se compran y venden jugadores, o se ponen horarios absurdos contrarios a los intereses de los aficionados, o se decide imponer sanciones desproporcionadas a según qué clubes como sistema de aviso y control  sobre los díscolos, etc. 

La UEFA es una organización que se lucra del trabajo de los demás y que no aporta ninguno de los valores que ahora dice defender más allá de manifestaciones hipócritas que cualquiera puede hacer y eso lo saben todos los aficionados.  Era y es cuestión de tiempo que desaparezcan porque, en realidad, son absolutamente prescindibles. Son monarquías absolutistas, instituciones trasnochadas, gremiales, que no son necesarias.

Los clubes más ricos ya se han dado cuenta y se han armado de valor. Cierto es que quizá este proyecto de superliga tenga que revisarse para dar cabida a algunos otros equipos que puedan integrar de una manera más representativa a otras aficiones pero, la verdad, es que esto era necesario. 

Aquí quien se opone no es el valedor del deportista o el defensor del deporte. Aquí quien esta clamando contra el proyecto es quien se ve excluido del mismo y piensa que, sin estar dentro, esta abocado a dejar de ser cola de dragón. Olvídense de razones románticas. ¿O de verdad piensan que cada mañana el aficionado del Huesca (dicho con todos mis respetos) se levanta pensando en la posibilidad de ganar la Liga?

Y los clubes pequeños, el fútbol base, seguirá existiendo, porque la rueda continuará girando. Los superclubes les comprarán a sus mejores jugadores como lo han hecho hasta ahora. Y siempre habrá un balón, cuatro piedras y un descampado para echar un partidito de fútbol. Los que desaparecerán serán los que viven de esto sin ser necesarios, solo por que lo dicta un papel. 

El deporte es otra cosa. Aquí hablamos de dinero. 

Antonio Martín D'ors