CARTAS, BALAS, EXTREMISMO Y VOX

Cuando ocurren hechos como los de esta mañana en la Cadena Ser, yo me pregunto si parte de esta sociedad demente quiere regresar a épocas pasadas donde la división de la población se convirtió en una gran batalla. Los rojos y los azules, los republicanos y los nacionales, mano a mano con el odio y la venganza de una guerra que sirvió para separamos y que causó muerte, dolor y mucho sufrimiento.

Aquello pasó y quedó atrás, pero al escuchar a Rocio Monasterio y su discurso violento, no puedo más que trasladarme a la época de mis abuelos que en plena guerra luchaban por sobrevivir. Mi abuelo paterno Gregorio Herrera, vivía en Madrid en zona republicana. No era ni rojo ni azul, era sastre y vivía como un rey. Tres o cuatro veces se le llevaron al Cuartel de la Montaña a fusilarle. No por sus ideas, ni siquiera por sus prácticas políticas. En aquellos tiempos tan convulsos pasaban esas cosas.

Cuando iba camino del pelotón de fusilamiento se encontró con alguien conocido que le salvó la vida y por suerte no le mataron.  Conocía a mucha gente, buen relaciones públicas, eso le ayudó a seguir adelante.

Mi abuelo materno, Daniel Blanco, luchó en el ejercito republicano, anarquista convencido. Encarcelado en la batalla durante tres largos años. Por rojo y revolucionario, pasó una vida difícil después de la guerra. Le costó encontrar trabajo y siempre fue señalado por sus ideas, siempre.

Mi padre y mi madre se casaron, un chico nacional con una chica roja con un padre que había estado en la cárcel. La gente comentaba. Como se ha podido casar con ella, por Dios, decían las malas lenguas. Porque los nacionales era los buenos y los perdedores, los malos. Mala gente, gentuza pensaban muchos. Y aunque no fuera cierto, porque todo pertenecía a una creencia falsa, después de 80 años en esta España dividida, seguimos en la misma dinámica que en el pasado.

El rojo comunista que viene a quitarme lo que es mío, una idea estampada en la mente colectiva de una sociedad enferma. En el otro lado, el brabucón de derechas que amenaza y reta al personal. Que con un discurso añejo y marchito remueve viejas heridas que pueden empezar a sangrar como no estemos atentos.

Hoy son cartas con amenazas y balas de advertencia, mañana puede ser la pelea y la confrontación violenta. Y eso queda en el ambiente, abre la puerta a la lucha entre la población, lleva a la guerra y eso no se puede permitir en democracia.

Deberíamos haber evolucionado como sociedad, tendríamos que habernos reconvertido, avanzado. Que ese rojo y azul se hubiera convertido en morado. Que pudiéramos superar todas las rencillas que un día nos distanciaron y, a pesar de tener ideas diferentes, mantener el respeto y el decoro que corresponde en la convivencia entre humanos.

Monasterio hoy ha regresado al pasado, ha querido dividir para vencer, pero ha tenido mala suerte. Esta vez y espero que muchas más, la izquierda se ha mantenido unida, ha plantado cara a lo extremo, a lo dañino.

Ayuso, mientras tanto, como una súper estrella firmando autógrafos por los barrios ricos de Madrid, haciendo campaña ajena a la realidad que ella misma también ha creado con su discurso similar.

Hoy, aunque no haya estado en el debate, algo ha pasado en la campaña, igual no tiene unos resultados tan favorables.

Alguien ha dicho que hoy había un punto de inflexión en la política. Ojalá sea así y conductas tan deplorables como la de estas señoras queden erradicadas en las urnas para siempre jamás.

Divide y vencerás: espero que no lo consigan.

Marta Herrera