¿DEBERÍA PABLO CASADO DEJAR LA POLÍTICA?

Ahora dice Casado que “los políticos no tienen que intervenir en la vida de los demás”, pero ¡Pablito, hijo!: Si no hacéis otra cosa que intervenir, no solo en la vida sino en el cerebro de todos que es mucho peor: comernos el coco para que os perdonemos vuestra política lujuriosa y para que odiemos a todos los demás. 

Pablito: vuestra única acción política se basa en perforarnos el cerebro y machacar nuestras neuronas hasta que se nos nuble la conciencia y volvamos a daros la mayoría absoluta y, entonces si, la vida de los demás, la vida de todos, estará plenamente en vuestras manos privadas. Entonces ya tendremos un escaso margen para intervenir en nuestras propias vidas.

Vuestra política se basa en triturar constantemente a los españoles con mensajes directos e indirectos, sutiles u ordinarios,  para que detestemos a los otros, en este caso para que rechacemos la política y la figura de Pedro Sánchez y de quien le apoye como lo hizo Pablo Iglesias, fundido ya  como un soldadito de plomo. 

Machacarnos con arengas y titulares para que neguemos a los miembros del gobierno ¿con que fin? Si odiamos a los otros, les apoyamos a ellos, esa es la única ecuación que conocen. Lo de menos es mostrarnos qué harían las derechas en caso de enfrentarse por ejemplo a una pandemia mundial, lo único importante es ridiculizar cualquier gesto de Sánchez, conseguir por todos los medios (de comunicación), declaraciones, sesiones de control…, convencer a los españoles de que todo lo hacen mal y que, además, son unos chulos y unos tontos. Les avala una larga trayectoria: ya lo consiguieron con Zapatero: ¿recuerdan cuando lograron que todos o casi todos pensaran que Zapatero era un tonto redomado?

De eso se trata. De tanto utilizar este tipo de intrigas a lo largo de los años, han conseguido también que cualquiera que defienda a Sánchez se convierta en un apestado o apestada: ¡quién se atreve!

Dice Casado que el político no debe intervenir en la vida de los demás pero, en realidad nos practican una lobotomía diaria para que les sigamos la corriente, para obligarnos a pensar como ellos quieren que pensemos, que odiemos, que condenemos, que reneguemos y hasta que aborrezcamos con una finalidad: quita al apestado para ponerme yo y, cuando yo esté en el gobierno, haré de las mías, de las de siempre. 

Hay que imaginar qué sucedería si esa campaña de embadurnar la cara de quien gobierna, manchar su traje y su reputación estuviera realmente fundamentada por ejemplo en el hecho de que el Partido Socialista y el Gobierno fueran tan corruptos como los tribunales han demostrado que lo ha sido el Partido Popular. O en la masacre que siempre practican en los servicios públicos. Los enterrarían en el mar para generaciones pero ahí están ellos a salvo, atreviéndose a denigrar cada día cualquier decisión legítima que adopta el gobierno, no en beneficio propio como ellos aseguran sino pensando en esa España que tanto dicen defender los que inoculan el odio, el rencor, la antipatía.

Personalmente preferiría a un Casado menos traficante de ideas y a un Abascal blanco, un tipo auténtico y auténticamente español que fundara un partido para inocular cariño, ternura, afecto, simpatía, todo eso que le falta al barbudo dictador de ideas, el negro Abascal, el inmigrante que llegó a la política española en una patera pagada por el Partido Popular. 

Pablito, ya te lo ha dicho Yolanda Fuentes, la ex directora general de salud pública de la comunidad de Madrid: “Si su objetivo no es legislar para mejorar la vida y el futuro de los españoles, igual debería dejar la política… Porque para hacer lo que nos sale de la peineta sin mirar el bien común ni el propio no necesitamos a nadie”.

Y menos a ti y al inmigrante.

Gloria Gallas