El sufrimiento invisible para Vox: La violencia de género

Ya son 18 las mujeres asesinadas por sus parejas en lo que va de año. Una cifra que encierra mucho sufrimiento y familias destrozadas. Los últimos días se alternaban los datos del juicio al “rey del cachopo”, declarado culpable de matar y descuartizar a su pareja con las últimas víctimas de la violencia machista en Castilla-La Mancha, Cataluña y Madrid. Se hace cada vez más difícil endurecer la piel para soportar tan injustas y brutales muertes.

La última, Rocío, una joven que empezaba a vivir y que la avidez de la juventud la llevó a ser madre antes de tiempo, pero a la que le quedaba mucha vida por delante para disfrutarla. Su pareja debió pensar, como se pensaba hace mucho tiempo, como se cantaba incluso en los corridos mexicanos “Si no ha de ser para mí, que no sea para nadie”, y tras matarla pedía públicamente que “volviera a casa”, en un alarde de cinismo evidente.

Egocentrismo en su máxima expresión de quien se considera dueño de la vida de una mujer que en otro tiempo le entregó todo su amor, y que le inmortalizó dejándole un hijo. Algo que no debió pensar cuando la mató. Algo que olvidó mientras la descuartizó, y repartió su cuerpo por los diferentes contenedores de su localidad.

Eran solo 17 años. Tiempo de estudiar, de salir con amigos sin pensar en nada más, sin más responsabilidades que la de pasar un día afianzando su carácter, aprendiendo a ser ella misma, a delimitar su propia identidad.

Pero hay una violencia de género mayor que la de quitarle la vida a una mujer, y es la de quitársela a sus hijos.

Beatriz era una mujer tranquila y libre que había rehecho su vida tras la separación del padre de sus hijas, y digo era porque nunca será la misma, porque a ella la han matado en vida.

 Él también había rehecho su vida con una nueva pareja. Todo parecía ir bien, eso sí cada uno en su casa y las niñas viendo a ambos progenitores con frecuencia para encargarse de su educación.

Olivia y Anna fueron recogidas por su padre como otras veces pero no volvieron. Olivia, de seis años, apareció metida en una bolsa de deporte atada al ancla del barco de su “papa”. Ese papa del que todas presumimos y del que alardeamos al decir que “es el mejor”. Ese “papa” en el que se confía y junto al que sabemos que nunca nos pasará nada malo. Pero el papa de Olivia acabó con su vida,  y le privó de tener un verdadero “papa”, de conocer como son los “papás” de verdad. Esos que se mantienen a nuestro lado hasta el final de sus días acompañándonos en las risas y también en los llantos. Los que siempre están cuando se les necesita y los que acuden sin ser llamados cuando entienden que allí deben estar.

Tomás no era un “papa”. Tomás era un monstruo disfrazado de “papa” capaz de asesinar a su hija, meterla en una bolsa de deportes y atarla al ancla de un barco para dejarla de por vida a más de 1000 metros de profundidad.

Tomás era uno más en ese 63% de monstruos asesinos de mujeres en este país cuya nacionalidad es “española”, muy a pesar del discurso ultraderechista de Santiago Abascal, que pregunta en sus mítines ¿De dónde proceden los autores de los asesinatos a mujeres? ¿De qué nacionalidad son? Son españoles señor Abascal, en un 63% son españoles nacidos en España y educados en colegios españoles, con amigos españoles y parejas españolas, como lo era el “malnacido” padre de Olivia.

Más de 40 niños han perdido la vida desde 2013 a manos de sus progenitores que tenían un único objetivo, hacer sufrir “mama”.

 ¿Qué clase de persona arranca la vida a un hijo solo por el placer de hacer daño a la madre?

Olivia desapareció casi el mismo día que Vox manifestó su intención de derogar la Ley de Violencia de Genero y su cuerpo apareció casi 48 horas después de que el grupo parlamentario de Vox de la C. de Madrid se negara a guardar un minuto de silencio por una víctima madrileña de esta larcra.

Que en Castilla-La Mancha todos los huérfanos por violencia machista tengan derecho a la ayuda de orfandad; todos aquellos niños y niñas cuya madre ha sido asesinada en Castilla-La Mancha (aunque los críos vivan en otra CCAA) e incluso, si el menor vive en la región aunque su madre fuera asesinada fuera de ella, también reciban la ayuda. No sirve de mucho para combatir este horror, pero sin duda ayuda a superarlo. En esa situación se encuentran 18 HUÉRFANOS en CLM.

Matar a la madre es “arruinar” la vida de los hijos. Matar a los hijos es “arruinar” la vida de la madre. Sería más simple que hicieran el trabajo al revés, primero de todo suicidarse que luego la vida se encargaría de lo demás, así al menos quedaría la vida y se iría la vida del que le gusta la muerte y se siente dios para darla y quitarla a su antojo.

El luto que viste hoy España, es invisible a los ojos de la ultraderecha que seguirá pidiendo el fin de las ayudas por violencia de género. Seguirá negando que esta lacra exista. Hoy más que nunca, no se soportan los argumentos de Abascal, Monasterio, Ortega Smith ni Espinosa de los Monteros. Hoy más que nunca se comprueba que Vox está muy lejos de la realidad que viven la inmensa mayoría de los españoles

*El 29 de abril se aprobó en el Congreso de los Diputados la Ley de medidas urgentes en materia de protección y asistencia a las víctimas de violencia de género durante la pandemia, con los votos a favor de todos los grupos del arco parlamentario a excepción de la negativa de Vox y Foro Asturias y la abstención del PP.

P. Moratilla