Cospedal: de la torre de marfil a imputada en la trama Kitchen

En aquellos tiempos nada les paraba. Ganaban elecciones por mayoría absoluta y Cospedal era, en efecto, la reina de la torre de marfil como tituló la biografía que escribió sobre ella Martín Beaumont.

Heredero directo del franquismo y el "usted no sabe quién soy yo", cuando se tiene tanto poder y pocos escrúpulos se pierde cierta perspectiva sobre la existencia o el cumplimiento de la ley porque se actúa con patente de corso y parece que todo está bajo control. En estas circunstancias hay quien piensa que puede con cualquier cosa o que es capaz de arrasar con lo que se ponga por delante. En aquella época, la presidenta de Castilla-La Mancha era también secretaria general del PP, la número dos de Rajoy. Su poder era absoluto, hacía y deshacía -sobre todo deshacía con su famosa tijera en Castilla-La Mancha- y se encontró, o dice que se encontró, con una trama de financiación de su partido en B sin horizonte concreto en los lejanos tiempos de Aznar, o antes. Lo sabían todos los que recibían sobres de dinero en Génova y esas prácticas se van asimilando como normales, tu me llevas al despacho una cantidad en un maletín y nosotros, a través del gobierno o de los gobiernos de las regiones que presidimos, te damos obra pública o contratos que, a su vez, arreglamos por si sobra un pellizco para financiar, por ejemplo, una campaña electoral. Parte del iceberg salió a la luz cuando aparecieron los papeles de Bárcenas con las anotaciones de entradas y salidas de ese dinero negro. 

El negocio era muy rentable, tanto que la policía llegó a descubrir cuentas supuestamente de Bárcenas en paraísos fiscales con cerca de 50 millones de euros. Había que taparlo como fuera, para empezar, echando la culpa de todo a Bárcenas. Rajoy le dijo "Luis, se fuerte" y Cospedal le dejó solo ante el peligro con su famosa frase "que cada cual aguante su vela".

Al tiempo, desde el gobierno y desde el Partido Popular se organizó una trama para ocultar el lucrativo negocio a la justicia. Ahí también valía todo: el Ministerio del Interior, la policía, Villarejo y varias personas muy cercanas a Cospedal como su jefe de seguridad, Gómez Gordo. Villarejo es como el protagonista de una serie de novela negra, todo lo grababa, todo lo apuntaba, también era capaz de cualquier cosa. Pagaron al chófer de Bárcenas, un falso cura entró en el domicilio del extesorero, un pelotón de espías intervino con la misión de borrar cualquier rastro de la trama a la justicia. Y borraron mucho pero no todo. Las tramas eran tan grandes que por mucho que se taparan siempre dejaban rastro.

Ahora empieza la tercera, la de negar los hechos.

elObservadorDCLM