CAZADORES TRAS LA LIEBRE PUIGDEMONT

Apareció sobre unos matorrales como una liebre traviesa la cabeza de Puigdemont y, siguiendo su instinto de ojo avizor ante cualquier posible pieza, una partida de cazadores se situó en sus puestos con sus escopetas a ver qué tajada podían sacar de la batida de forma inmediata. 

El nacionalismo es una magnífica pieza de caza de la que muchos obtienen rendimiento, es como el cerdo del que, según se dice, todo se aprovecha. El primero es el propio fugado de la justicia española, la liebre que transgredió la ley y se oculta entre los matorrales del enjambre judicial europeo.

Pero no es solo Puigdemont. De un lado son los propios territorios que cuentan con sus cotos privados de caza donde suelen cobrarse beneficios para sus regiones y votos de sus agradecidos ciudadanos para los políticos que enarbolan sus idiomas o sus banderas, sus diferencias que les hacen ‘merecedores’ de un trato particular porque si no se enfadan mucho y profieren todo tipo de amenazas como la violencia o dar un portazo a España. Esos votos sirven para presionar o para chantajear a los gobiernos centrales cuando son precisos para alcanzar cualquier acuerdo. Son los primeros cazadores ventajistas e insolidarios con otras regiones no nacionalistas.

Para resultar creíbles por sus ciudadanos, los políticos nacionalistas deben ir presionando cada vez con más fuerza al gobierno del estado y así, para mal de todos, terminan radicalizándose como sucedió en el País Vasco y sucede en Cataluña.

Entonces sacan sus escopetas los otros cazadores aprovechados, no en defensa de las otras regiones sino a la caza del voto de los ciudadanos a los que indignan con las maniobras de los nacionalistas. Son los indignados combatientes del independentismo que viven de los nacionalistas indignados y viceversa, de manera que a todos les viene mejor el conflicto permanente, incandescente y enquistado que procurar su posible solución. Es un volcán que alimenta a partidos políticos, de un lado a Junts y a Esquerra Republicana y de otro a PP, Ciudadanos y Vox. Todos ellos viven del conflicto por lo que no les interesa su solución ni tampoco el éxito de la mesa de negociación a no ser que los catalanes obtengan una buena tajada y los centralistas la suya, criticándola, no importa que tanto Arzalluz como Pujol asegurasen que siempre sacaron mucho más de Aznar que de los socialistas.

En medio de este panorama azuzado por muchos medios de comunicación, hay también perdedores. Son las regiones no nacionalistas, sin partidos decisivos a la hora de formar gobierno o de aprobar unos Presupuestos. 

Por eso desde territorios como Castilla-La Mancha es necesario exigir las mismas condiciones de financiación para todos por parte del Estado y que se tengan en cuenta hechos reales como la creciente despoblación de amplias zonas y sus habitantes que se han visto poco amparados durante mucho años.

En definitiva, el nacionalismo es un negocio del que muchos viven, que debe ser desenmascarado porque es una lacra a menudo violenta para nuestra avanzada y plural democracia.

elObservadorDCLM