DEMOCRACIA, EN PELIGRO

“La élite intelectual homérica tenía las ideas claras. A través del mito, los humanos generan el mundo. Por el mito lo pierden”

Alessandro Baricco. Lo que estábamos buscando. 

La política española no deja de sorprendernos por su cotidiana iracundia. Así vimos, el pasado fin de semana como los sindicatos de la policía convocaban una manifestación en pleno centro de Madrid, no para reivindicar derechos profesionales como en otras ocasiones, sino tratando de disponer como ha de redactarse la Reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana. 

A la citada manifestación acudieron, como con la prisa de quien no quiere perder ningún tren, y el oportunismo que lleva a la incoherencia ideológica en vena, los tres principales partidos de la derecha. De un lado, el ascendente, del ultraderechista Santiago Abascal, que ha convertido los malos modales y la bronca en sus señas de identidad, es decir, todo lo contrario al “orden” que dicen proclamar. Por otro, el torpe e irresponsable, por mimético, de Pablo Casado, incapaz de llevar una línea de lógica en sus políticas, mas allá del seguidismo competitivo con la extrema derecha. Y,  por último, el decadente de Inés Arrimadas, que comprueba como su irrelevante partido es incapaz de encontrar ningún norte que les haga revivir.  

Pero lo más sorprendente de toda la manifestación fue una frase del líder de los populares, que en franca competición con las burradas de la ultraderecha, dijo que “cuando el Gobierno excarcela o da beneficios carcelarios a delincuentes y deja tirados a los jueces, policías y guardias civiles que nos protegen, ese gobierno no merece seguir mucho mas tiempo”.  En definitiva, que el Gobierno defiende a los delincuentes, ¡y se queda tan ancho¡ 

Es bien cierto, que mas allá de la frase en el contexto y el lugar en que se dijo, ha tenido poca contestación, pero sin embargo desentraña una ideología subrepticiamente preocupante, y que cada vez pone más en evidencia que el verdadero partido de ultraderecha es el que preside el Sr. Casado, que con su actitud está contribuyendo, mucho más que Vox, al desprestigio de las instituciones y a la radicalización de la política, la sociedad civil y la vida pública. 

Es obvio, que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, como también la judicatura, son por esencia instituciones de carácter conservador, algo que por mimetismo acaban trasladando a sus componentes. Es obvio, que no hay nada mas conservador que la defensa del orden establecido, sin que ello tenga, necesariamente, que ser un demérito. Lo que si puede constituir un demérito para estos cuerpos es que pierdan su carácter profesional para, desgraciadamente, acabar siendo infiltradas – en mayor o menor medida – por partidos como Vox. 

En un modelo de democracia avanzada como se supone que es el nuestro, nunca jamás ninguno de estos cuerpos debe regular, ni instar a la regulación con interés corporativo – como es el caso- de las leyes que protegen a la ciudadanía y suponen una garantía de derechos fundamentales y de las libertades públicas, tal y como recoge la Constitución en la Sección 1ª del Capitulo Segundo del Titulo I. Las leyes se hacen para garantizar los derechos de ciudadanía, no para satisfacer a las policías. Ellos, que son un poder fáctico dentro del Estado, por principios son restrictivos, pero su actuación no es autónoma, y debe estar perfectamente enmarcada por las leyes y la inquebrantable lealtad al poder legítimo. 

Pero no puede suceder que haya partidos políticos que se alineen en este tipo de lecturas corporativas, escapándose a cualquier razonamiento lógico y democrático, tratando además de explayarse en una crítica demagógica, irracional a un Gobierno elegido de acuerdo con la Constitución y las leyes. Podría entenderse, malamente, en un partido reaccionario pero autodenominado “constitucionalista” como Vox. Muchísimo peor lo es ese hazmerreir de partido, mal llamando liberal, de Ciudadanos, que con esa actitud entra en flagrante contradicción con los principios más elementales del liberalismo. Pero es absolutamente incomprensible que le suceda al principal partido de la oposición, cuya orientación ideológica, por su veletismo, cada vez desconocemos más.  

El salto que ha dado Casado, diríamos que es de carácter cualitativo y cuantitativo en la escalada de oposición frente al Gobierno. Algo que no es de extrañar si tenemos en cuenta como su partido, durante los años de Gobierno de Rajoy, utilizó a la policía con fines espurios y partidistas para el espionaje político a dirigentes de su propia organización o a partidos ajenos, llegando a constituir esa infamante “policía patriótica” que escapaba al control de los jueces y de los propios mandos naturales de la policía, el espionaje a Bárcenas o la nauseabunda Novela Negra del tal Villarejo, en una actitud más cercana a las doctrinas hilarantes de Putin que a las propias de un Estado europeo, libre y democrático.  

¡Que tenga mucho cuidado el Partido Popular con lo que está haciendo¡ Debiera diferenciar claramente la defensa de una Ley restrictiva de derechos y libertades, como la que ellos hicieron en 2015, con el alineamiento con las reivindicaciones extraprofesionales que hacen los sindicatos policiales, por muy coincidentes que estas sean. En un modelo democrático de convivencia es imprescindible separar una cosa y otra, porque la confusión puede dar lugar a la perversión del sistema, al uso indebido -  como ya se ha demostrado – de los cuerpos policiales y a una deriva autoritaria de una sociedad y unos ciudadanos que, ante todo,  debe ejercer sus derechos libremente. 

La libertad y la democracia no son un mero juego de palabras, ni una representación histriónica y bufa de nuestra realidad. O se cree en ellas en toda su extensión o significado o, por el contrario, con derivas autoritarias poco meditadas se está poniendo en juego el modelo de convivencia de todos. 

Menipo de Carpetos