La solidaridad frente al egoísmo insoportable de Ayuso

La primera vez que escuché con profusión en un discurso político la palabra solidaridad fue en las Islas Canarias, durante la investidura del presidente socialista Jerónimo Saavedra. Me llamó mucho la atención su forma de expresar y reclamar el apoyo sin condiciones a necesidades o intereses ajenos, en particular cuando se viven situaciones difíciles que precisan de respaldo tanto ideológico como real, tanto de respeto y cariño como de apoyo económico. 

Con la llegada de los nacionalistas a las islas, el discurso viró hacia el ombliguismo victimista de quienes no paran de reclamar atención y recursos como estrategia política con un fin último electoralista: yo defiendo tus intereses y tu me votas. 

Pero fue más tarde cuando constaté como aquella solidaridad humanista se trocaba en el egoísmo, también como estrategia de rapiña política y humana. Fue durante una plaga que segó la vida de miles de personas, millones en todo el mundo. En medio de la pandemia, cuando más solidaridad necesitaba el ser humano como apoyo social y también para evitar contagios, apareció Vox cambiando los aplausos por las cacerolas y apareció una tal Ayuso exhibiendo el egoísmo de su territorio por encima de cualquier indicio de moral. Y eso le fue bien porque su mensaje egoísta caló entre los ciudadanos igual que cala una supuesta superioridad y el discurso victimista que deben mantener cada vez con más ímpetu los nacionalistas.

Ahora lo vuelve a hacer en medio de otra desgracia ajena pero cercana porque la padecen seres humanos como nosotros, una guerra despiadada de un dictador que pretende adueñarse de territorios y de personas como en la Edad Media y en todas las edades oscuras en que la vida y el sufrimiento de los otros termina valiendo absolutamente nada. 

Ucrania necesita de nuestra solidaridad pero no es solo eso: Europa debe resistir las presiones de Rusia y comprender que parte de esa guerra es también nuestra guerra, que lo humano es respaldar a las víctimas y defendernos a nosotros mismos. Nosotros no vemos caer las bombas rusas ni lloramos a nuestros muertos en la masacre, solo se pide solidaridad, algo tan nimio y ridículo frente a los que sufren de verdad como subir unos grados nuestro aire acondicionado y apagar de noche las luces de los escaparates para ahorrar energía que es solamente una ligerísima honda expansiva de una guerra cruel.

En este grabado goyesco de los horrores de una guerra, Ayuso es una caricatura egoísta e insoportable.

elObservadorDCLM