Para qué sirven los políticos

Vox reclama una moción de censura y el PP ha rebajado la quimera pidiendo elecciones anticipadas en España. Ambos suponen que el ruido y la crispación en los que han centrado toda su acción política en los últimos años han logrado ya generar en los ciudadanos o al menos en su propia y optimista expectativa la necesidad de dar un democrático golpe para derribar al actual gobierno, ambición que no ocultan y que llevan tramando desde el minuto uno, tras la moción de censura que acabó con el gobierno de Mariano Rajoy y con la mayoría del partido más corrupto en la historia democratica de nuestra país. Parece que alguien les ha colocado ahí y les ha puesto tarea: “Tenéis que echar a este gobierno cuanto antes”, obligación que les recuerdan cada día ya que, para ello, han invertido mucho y esperan obtener de la apuesta sobrado beneficio: ese es al fin y al cabo el trabajo que ejecutaba Luis Bárcenas. En sus manos han brindado también suficientes altavoces para elevar el tono de sus descalificaciones.

Para que a algunos se les caiga la cara de vergüenza, si es que la tienen, habría que volver la vista atrás y recomponer lo que se entiende por un político en el ordenamiento jurídico de los países democráticos donde los representantes son elegidos por quienes depositan en ellos su confianza. 

Se supone que la tarea de un político es mejorar la vida de los ciudadanos mediante la administración de los recursos públicos. El político debe velar por el interés general y hacer progresar a la sociedad para la que trabaja. 

Un político debe contar con la capacidad suficiente para estudiar, debatir y sopesar los problemas que se plantean con el fin de buscar las mejores soluciones globales que concilien intereses y defiendan particularmente a los más desfavorecidos. Cuentan para ello con el aparato del Estado y de su partido donde deben existir expertos en cada materia y, una vez desmenuzado el asunto por cuerpos técnicos, pasar a un debate que enriquezca las propuestas mediante acuerdos y pactos, entre otros con una oposición responsable. 

Para que todo esto sea posible, el político, en el gobierno y en la oposicion, debe estar dispuesto a dedicar todos sus esfuerzos con el fin último de mejorar la vida de los ciudadanos, atesorar tanto experiencia como talento y en algunos casos también espíritu de sacrificio por la comunidad dejando a lo largo de su vida un legado del que se sienta satisfecho y por el que sea reconocido. 

Frente a estos principios básicos, unidos a cualidades como la honestidad, la responsabilidad, la credibilidad o la lealtad a su palabra, asistimos a un espectáculo de mediocridad grotesca y violencia verbal de lo más burdo: no existe en la oposición ni calidad humana, ni valoraciones técnicas, ni diálogo para enriquecer propuestas porque el único trabajo del PP y Vox durante los últimos años es destruir al gobierno para ocupar su lugar, utilizando incluso las peores crisis sanitarias y económicas. O secuestrando a la cúpula judicial. Se permiten la licencia de estar muy enfadados aunque son ellos quienes incumplen con la Constitución.

Una labor pues radicalmente contraria a las cualidades que debe atesorar un buen político: trabajo, diálogo y menos, mucho menos teatro, menos caretas, menos títeres, menos estratagemas que no resisten una búsqueda en Google.

elObservadorDCLM