"Señores, estoy hasta los cojones de todos nosotros"

Sucedió hace 150 años, pero la casuística de la famosa frase parece responder, con algunas variaciones, al eterno retorno de la historia cíclica de enfrentamiento entre las dos Españas. 

Estanislao Figueras tenía 64 años y una vida muy dilatada en su lucha por el federalismo y la república. Fue elegido presidente de la Primera República Española tras la renuncia al trono de Amadeo de Saboya, el primer Rey de España elegido por un Parlamento. 

Los dos estuvieron poco tiempo, uno como rey, otro como presidente, Figueras aguantó cuatro meses y el rey italiano, dos años. Antes de irse, Amadeo de Saboya sufrió un atentado en Madrid del que salió ileso. Unos días después reconoció: “No entiendo nada, esto es una jaula de grillos”. Se refería el Rey al enfrentamiento entre las diferentes facciones políticas, pero fue más explícito en su carta de renuncia al trono: 

Esa carta de dimisión del Rey, que deberían leerse cada día los políticos españoles "buleros y enredas", abrió las puertas a Estanislao Figueras como presidente de la Primera República Española en febrero de 1873. El presidente catalán Figueras tuvo que hacer frente a la división interna de su propio partido, a las recurrentes puñaladas que se lanzaban federales y unionistas, a la declaración unilateral del Estat Catalá y hasta una serie de intentos de volver al antiguo régimen.

A eso los franceses llaman “Déjà vu” o ya visto, un tipo de experiencia que se siente como si se hubiera vivido previamente: declaración unilateral del Estado Catalán, puñaladas internas, intentos de volver al antiguo régimen, ataques permanentes y personales a todos los presidentes socialistas de los gobiernos de España. 

Los españoles estaban tan hartos, eran tan ajenos ya a los enfrentamientos entre partidos unitarios y federales que en las elecciones de 1873 acudió a las urnas un 28 por ciento de los votantes.

Figueras aguantó menos que Amadeo, el Rey Caballero, cuatro meses como presidente de su añorada república. Presentó su dimisión en las Cortes que no fue aceptada, pero harto ya de puñaladas amigas y enemigas, en la siguiente reunión del Consejo de ministros pronunció la famosa frase: “Señores, voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Luego afirmó que se iba a dar un paseo al Retiro madrileño para despejarse, se fue a la estación, cogió un tren y se marchó a Francia.

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