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DCLM.ES · Castilla-La Mancha · Entrevistas
Yván Pozuelo.
Es historiador por la Sorbona de París y doctor –en la misma disciplina– por la Universidad de Oviedo. Es uno de los grandes especialistas del mundo sobre el pasado de la Masonería. Y, desde hace varios lustros, es profesor de francés a nivel de Secundaria y Bachillerato. Primero en Galicia y, más tarde, en Asturias, su tierra natal. Gracias a su experiencia docente, ha desarrollado un método de evaluación innovador, basado en el desempeño, el esfuerzo y la progresión de los alumnos en el aula. Una fórmula que ha explicado en el libro «¿Negreros o docentes? La Rebelión del 10». Sin embargo, sus posicionamientos le han generado problemas con la Consejería de Educación asturiana, que le ha abierto un expediente. Nos referimos a Yván Pozuelo Andrés, con quién hemos querido conversar sobre su propuesta pedagógica y en torno al procedimiento que le enfrenta al Ejecutivo del Principado.
¿En qué consiste la «Rebelión del 10» que usted plantea?
Esta perspectiva surge tras unos cuantos años como docente en el sistema educativo español, a nivel de ESO y Bachillerato. Me baso en el desempeño de los alumnos, por lo que los dieces que pongo a cada estudiante son diferentes. Los comparo con las ruedas de los coches. Todos los automóviles las necesitan, pero son distintas entre sí, con el fin de adecuarse a cada transporte. Mis dieces se adaptan a cada estudiante. Si evoluciona de forma conveniente en el curso, reciben dicha calificación. Por tanto, se ajusta a la persona que lo necesita. Son un medio para frenar las desigualdades existentes en la sociedad y en la educación pública.
Entonces, esta filosofía, ¿también acabaría la competitividad entre los alumnos?
Competición tiene que haber, pero no aquella que pretende –exclusivamente– la consecución del premio. Nos debemos remitir al esfuerzo por aprender juntos. Los profesores no estamos para seleccionar ni para eliminar a nadie. Eso es de otra época, en la que se elegía a una élite.
Pero, ¿cómo se aclimata el diez a cada alumno?
Un estudiante, cuando hace algo bien, recibe esta nota. Así, va acumulando los dieces a su ritmo. De esta forma, cada diez es diferente a otro. Además, esta calificación no es la excelencia. En realidad, significa que el alumno está haciendo bien su trabajo, que está progresando en clase, que está atendiendo y que yo –como docente– considero que está realizando lo que debe de hacer. En definitiva, es darle la confianza de que todos nos encontramos en el mismo barco.
Entiendo que esta filosofía no convenza a algunos, pero de ahí a no respetarme, va un trecho. Primero hay que escucharme y dialogar.
Precisamente, la Consejería de Educación de Asturias comenzó un procedimiento en contra de usted. ¿En qué se basó para abrir el mencionado expediente?
Cuando se reunieron conmigo, sin comunicarme oficialmente que era una inspección, me entregaron un documento en el que ya habían tomado algunas determinaciones. Incluso, antes de escucharme. Decidieron que mis alumnos no podían tener dieces. Fue algo injusto. A partir de ahí, se montó una «información reservada», donde se me amenazaba con la inhabilitación permanente, aunque –finalmente– se hizo una propuesta de ocho meses de sanción. Y tras la interposición de un recurso por nuestra parte, la pena quedó en seis meses.
Yo, en ningún caso, me escondí. De hecho, he escrito un libro sobre esta filosofía pedagógica [titulado «¿Negreros o docentes? La Rebelión del 10»]. Es más, desde la Inspección aprobaron todos mis dieces durante más de una década. Pero parece que ellos se percataron del asunto cuando saqué esta obra y tras realizar una entrevista en el diario asturiano «El Comercio». Seguidamente, ellos denunciaron que yo no hacía ni evaluaciones objetivas ni formativas…
Después de agotar la vía administrativa, usted acudió a la civil. Y, en la misma, una jueza concedió la suspensión cautelar de su sanción…
Ni siquiera me notificaron oficialmente la suspensión. Me enteré de su entrada en vigor tres semanas después, cuando aparecí por el centro escolar tras las vacaciones de Navidad. Tampoco respetaron los dos meses que me correspondían para presentar alegaciones a la resolución administrativa. Ejecutaron la sanción, sin más. Por ello, cuando la jueza vio esta forma de actuar, ordenó mi reintegración en el puesto.
Pero, ¿quién estaría interesado en hacer esta persecución contra usted?
Todavía no tengo una respuesta para esta pregunta. Sin embargo, tras reflexionar sobre el asunto y compartir mis opiniones con compañeros y amigos, creo que puede ser alguien que se encuentra en el poder. No obstante, yo estoy totalmente alejado de los partidos, de los sindicatos, de las asociaciones profesionales y de cualquier otro elemento similar. Soy un simple peón de la enseñanza. Por ello, no sé quién podría estar interesado en esto…
En cualquier caso, ha recibido bastantes apoyos en su lucha…
El primero y más importante, el de los alumnos. Pero también quiero destacar el de los padres. Uno puede estar más o menos de acuerdo con algunas de mis estrategias pedagógicas, pero no pueden decir que yo no haya ni trabajado ni enseñado. Es imposible que demuestren algo así.
También me han apoyado muchos de mis compañeros. Asimismo, he obtenido el respaldo de docentes de francés, así como de investigadores académicos de nuestro país, de Francia y de América Latina. Todos ellos me dieron una gran fuerza y oxígeno. De hecho, me siguen invitando –tanto universidades españolas como extranjeras– para que explique mi método. No en vano, varias personas han llegado a las mismas conclusiones que yo en diferentes partes del mundo. Por tanto, lo que planteo no es tan descabellado.
Y todo este proceso, ¿cómo lo ha vivido su familia y sus amigos más próximos?
Quien lo ha pasado peor han sido mis familiares. También ha sido muy duro para todos mis colegas profesores, al igual que para la totalidad de mis amigos. Máxime, cuando han visto que siempre he estado dispuesto a echar una mano al instituto, a los alumnos, a la clase…
En cuanto a mí, he llevado todo esto igual que la gestión de una trinchera. Como todavía no se ha terminado la batalla, estoy despierto, atento y listo para defenderme. Además, sigo leyendo, aprendiendo, acudiendo a charlas y a debates, y escuchando a gente que me diga cosas en contra de mi método, para –así– poder mejorarlo.
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