Tirar del hilo para entender el ovillo, o cómo y por qué derribar a un gobierno

En medio de esta intrincada política teatral, tan llena de bulos y de medias verdades, parece necesario reconsiderar, con palabras sencillas y claras, la realidad de la que partimos para entender o sorprendernos con algunas de las posiciones finales.

Vivimos en un mundo donde conviven ricos, pobres, pobres extremos y, en el centro, una clase media que a veces aspira a convertirse en alta y otras sufre fuertes recaídas, sobre todo cuando llegan las crisis que hacen más ricos a los ricos, más pobre a la clase media y más pobres aún a los más pobres. Todo ello, incrementado o paliado según el signo del partido que gobierna en ese momento.

Este escenario no es solo privativo de España, afecta a todo el planeta en distinta medida.

Los muy poderosos hacen todo lo posible por aumentar sus fortunas. Para ello crean o manejan a partidos políticos y compran medios de comunicación. El objetivo es que sus partidos políticos se hagan con gobiernos que favorezcan a sus empresas y multipliquen sus posibilidades para incrementar sus fortunas. En concreto, en España, las grandes fortunas dirigen al Partido Popular y a Vox. Parece que a Ciudadanos le han rescindido ya el contrato.

Cuando en los sistemas democráticos se eligen gobiernos que no favorecen tan directamente a los intereses de las clases dominantes, estas ponen en marcha la maquinaria para derribarlos cuando antes y, si ello no es posible, en las siguientes elecciones. 

Para conseguirlo, activan a sus medios de comunicación que realizan una labor dirigida a desprestigiar a gobiernos y a líderes a los que “ponen el traje” para que vaya cuajando la idea que les interesa sembrando falsas o medias verdades, bulos e imágenes en la mente de los electores. En España conocimos el traje inicial de “tonto” que se puso a Zapatero o el de “chulo” que se puso a Sánchez. 

A partir de ese momento, empieza una durísima campaña de acoso, en la que los partidos de la derecha lanzarán toda su artillería y, en colaboración con otros poderes fácticos, anunciarán tremendas debacles sociales y económicas. Nunca colaborarán con el gobierno, aunque se ciernan sobre los países crisis históricas y demoledoras como la pandemia: cuanto peor sea la crisis, cuanto peores sean sus consecuencias, mucho mejor en su objetivo de demostrar que el gobierno al que pretenden derribar lo está haciendo muy mal. Otra estrategia sibilina pero muy efectiva es que, al negarles siempre su apoyo, para sacar adelante cualquier medida, incluso un necesario estado de alarma, el gobierno a derribar, sin mayoría absoluta, no tendrá más remedio que pactar con partidos minoritarios, lo que se convierte en otra baza esencial para acusarles de filoetarras, comunistas o asegurar que quieren romper España. El panorama se complica en nuestro caso con los intereses de los partidos regionalistas, nacionalistas u ombliguistas, y la izquierda del PSOE siempre dividida y divisoria, que también hacen su papel.

La idea básica es desprestigiar ante la opinión pública a los gobiernos que intentan repartir el presupuesto público entre las clases menos favorecidas. Si los partidos de la derecha que apoyan a las clases dominantes recibieran solo los votos de aquellos a los que benefician cuando llegan al gobierno, nunca alcanzarían la mayoría, ya que esos ejecutivos nunca defienden los intereses de una mayoría de los ciudadanos sino a esa minoría de poderosos que suelen perseguir obra pública, beneficios fiscales, secar ríos y, entre otras muchas cosas, como nexo común el gran negocio de la privatización de la sanidad o, el negocio de la enfermedad.

¿Qué hacen además de desprestigiar a políticos y a gobiernos? De todo. Se deshacen de líderes de sus propios partidos que a su juicio no sirven para alcanzar sus objetivos como sucedió con Pablo Casado y crean trajes a su medida para lanzar a otras y otros como Ayuso y Feijóo a los que elevan a puestos políticos desde los que sirvan a sus intereses cuando alcancen el gobierno, sumando siempre con Vox si es necesario. La corrupción nunca falta.

Todo es así de sencillo y así de complicado, sencillo porque sabemos que la derecha, PP y Vox, nunca apoyarán a las clases medias y mucho menos a las bajas y complicado porque muchos de sus votantes provienen de esta extracción social, en cuyo caso las élites y sus partidos pueden estar contentos de haber realizado bien su trabajo.

elObservadorDCLM