UN DIA COMO HOY DE 1521. El comunero toledano Juan de Padilla junto con Bravo y Maldonado son decapitados en Villalar (Valladolid)

Juan de Padilla, salió de Toledo para buscar la libertad de su tierra con destino a Valladolid, donde se encontraría con los soldados del rey. Le acompañaban seis mil hombres, que  les sorprendieron en Villalar (Valladolid), la noche del 23 al 24 de abril de 1521, para caer fulminados antre las tropas del monarca que no hablaba español.

Seguramente pudo vislumbrar su fin durante unos segundos, pero eligió morir luchando, por ello, cuando se vió acorralado, arremetió contra el Conde de Benavente, Pedro Bazán, al que consiguió derribar del caballo al tiempo que recibía una herida en la pierna, lo que le hizo caer al suelo también.

Un soldado del bando enemigo, Alonso de la Cueva, aprovechó ese momento para hacerlo prisionero, y el hermano de este, Pedro de la Cueva le hirió en el rostro, cerca de la nariz.

Padilla, Bravo y Maldonado fueron trasladados al castillo de Villalba como prisioneros de guerra y posteriormente sentenciados a muerte.

Un día como hoy , 25 de abril de 1521, fueron conducidos al cadalso. Bravo reivindicó sus derechos y mostró su disconformidad con la sentencia, a lo que Padilla respondió: “Señor Juan Bravo, ayer era día de pelear como un caballero, hoy de morir como un cristiano”.

Bravo, tan solo volvió a abrir la boca para pedir ser el primero en morir porque no era capaz de ver a su compañero Juan de Padilla en ese trance.  

Cuentan las crónicas, que cuando Juan de Padilla subió al cadalso, el verduro que había de cortarle la cabeza le llamó “traidor”. Padilla no pudo reprimir sus palabras y mirandole fijamente le respondió: “Tu mientes y también quien te lo manda decir. No somos traidores, sino los más celosos defensores del bien público y defensores de la libertad del reino”.

Los tres capitanes comuneros fueron guillotinados. El cadáver de Bravo fue trasladado a su lugar de origen, Segovia. El de Maldonado a Salamanca. El de Padilla nunca volvió a Toledo, tal vez como venganza a ser el único lugar donde aún se mantenía la rebeldía de los comuneros contra el monarca, encabezada por su propia esposa, María Pacheco. Por ello fue enviado al monasterio de La Mejorada, en la localidad vallisoletana de Olmedo.

El rey ordenó derribar el que había sido su hogar en Toledo, y extender sobre todo el solar montones de sal para que no volviese a crecer ni una sola hierba en ese espacio.

La ciudad de Toledo no pudo despedir a su vecino más querido, ni siquiera recordarlo publicamente durante tres siglos consecutivos.

En 1821, fue un militar español, héroe de la Guerra de la Independencia con los franceses, Juan Martín Díez más conocido como El Empecinado, quien volvió a reivindicar la figura de Juan de Padilla y sus capitanes Bravo y Maldonado. Pidió exhumar los restos de los tres pero fue imposible.

En 1860 el Ayuntamiento de Toledo quiso adquirir el famoso cuadro de Antonio Gibert “Los comuneros de Castilla en el patíbulo”, pero tampoco fue posible. Hoy el cuadro se puede contemplar en el Congreso de los Diputados.

En 1926 la Real Academia de Bellas Artes creó una comisión para erigir un monumento a Padilla en su ciudad, pero fracasó la inciativa.

A finales del siglo XX, con motivo de la realización de un estudio para la construcción de un aparcamiento, en la ciudad de Toledo, salieron a la luz los cimientos de la que fuera la casa del comunero.

En 2009 se volvió a intentar levantar una estátua en su recuerdo, pero no fue hasta el año 2015 cuando la ciudad ha podido disfrutar de la “presencia” de Juan de Padilla en una estátua de bronce que pesa 32 toneladas y mide casi 5 metros de altura, colocada donde estuvo su hogar. Un lugar… del que nunca debió faltar.

P. Moratilla