"Hemos trabajado mucho para saquear España"

Es evidente que Cospedal no es santo de la devoción de este diario, dclm. es. Hace ya más de cinco años criticamos que no nos parecía bueno para Castilla-La Mancha que su presidenta fuera también secretaria general del PP. Cospedal convirtió luego a nuestra Región en un juguete, en un laboratorio de recortes sociales y privatizaciones. Aunque dijo que su prioridad era el empleo, Castilla-La Mancha perdió con Cospedal miles de puestos de trabajo: de cada 100 castellano-manchegos, 30 están en paro, aunque su juguete, su televisión diga lo contrario. Cospedal entregó por Ley el agua de la cabecera del Tajo a Levante, abanderó la ubicación del cementerio nuclear en Cuenca. Vació todo lo que pudo Castilla-La Mancha, eliminó casi todas las instituciones de control al gobierno. Rebajó al máximo el orgullo de sentirse castellano-manchego, casi perdimos nuestra identidad...

Existía una enorme desproporción entre las medidas negativas que, de un plumazo, tomaba contra nuestra tierra y la falta de trabajo creativo y efectivo de Cospedal por Castilla-La Mancha. Daba la sensación que venía muy sobrada de Madrid y que para ella Castilla-La Mancha era menos que un segundo plato, una merienda, un aperitivo. Luego llegó el caso Bárcenas, los sobres, los sobresueldos, la financiación ilegal de su partido y, al tiempo que iniciaba su carrera como reina de los lapsus con su famoso finiquito en diferido, Cospedal seguía mirando a Castilla-La Mancha desde su cigarral. La mitad se lo había donado su esposo, López del Hierro, un nombre asociado a numerosos negocios lucrativos. Dejémoslo ahí.

Con enorme desparpajo, Cospedal hizo dos reformas de nuestra Ley Electoral. Sus consejeros se hartaron de decir que lo hacían porque “era un clamor, porque lo pedían los castellano-manchegos”. El clamor de la calle era otro muy diferente: los ciudadanos se sentían, nos sentíamos desasistidos e incluso mancillados. Nunca antes la política había estado tan lejos de lo que en realidad debería ser: algo tan sencillo como hacer la vida más fácil a las personas. Y no tratarlas como súbditos sin derecho siquiera a no estar de acuerdo con la renuncia a un futuro digno para sus hijos. La verdad es que las dos reformas electorales eran un clamor muy diferente que respondía a los intereses particulares de Cospedal, un auténtico “pucherazo” electoral que luego salió mal por la irrupción de nuevos partidos con fuerza y posibilidades suficientes para conseguir escaños en nuestro resumido parlamento, algo que no estaba en sus cálculos. O en los de su promotor que, según se cuenta, fue el presidente de las Cortes, Vicente Tirado.

Era tanta la distancia entre la realidad y sus palabras que Cospedal alimentó la manipulación más ideológicamente carroñera entregando la Televisión Pública de Castilla-La Mancha a Nacho Villa, un director que se demostró todo un experto en la más burda manipulación, un perito en el arte de dejar plasmado un sueño de la razón productor de monstruos que vistieron de luto a sus trabajadores más honestos y obligaron a los castellano-manchegos a buscar otros canales con el mando a distancia, uno de los pocos mandos que nos permitía usar con libertad Cospedal. En el resto, mandaba en todo. Repartía millones de euros a los medios de comunicación amigos y unas migajas para los críticos. Eso lo conocemos bien.

Luego apareció el Caso Rato, una suma ya de interrogantes imposibles de desvelar en cuanto a sus verdaderos objetivos políticos. A estas alturas parece de risa pensar que a este gobierno le haya movido el único interés de la regeneración: un chiste. Lo de Rato suena ya a esperpento, a desmembración definitiva de lo que pudo haber sido un partido honesto de la derecha en España.

Confirmada la contabilidad en B, confirmado el engaño que el Partido Popular había ocultado a los españoles, confirmada la imagen de un Rajoy desdibujado que cada día perdía miles de votos, Cospedal vio abierta la posibilidad de hacerse con la presidencia de su partido. Porque Cospedal ha dejado muy claro que su ambición supera con creces a sus méritos y porque hay alguien detrás que mueve sus hilos pensando en sus intereses particulares. En un partido-partido roto, hay otras personas a quien horroriza la sola idea de una Cospedal al frente. Y van a dar la batalla. Y las batallas se están dando ya a tumba abierta, venganzas y juegos de tronos.

Con este panorama, otra vez Castilla-La Mancha era lo que menos importaba a una presidenta que quería repetir la experiencia, cuatro años más de suplicio para los castellano-manchegos. Cospedal iba y venía de Génova a Toledo, llena de líos en una cabeza ya de por sí bastante liada.

No existen muchas disculpas para que un estudiante de instituto escriba en un examen “Os invito ha visitarla”, como escribió en un tweet el consejero de Educación de Cospedal. Pero es más complejo buscar argumentos para justificar que una presidenta, secretaria general del partido que gobierna España, aspirante a suceder a Mariano Rajoy clame dos veces, en sendos discursos políticos: “Vamos a saquear a España” o “Vamos a saquear a Castilla-La Mancha de la crisis”.

Por fin un brote de sinceridad llegado de lo más profundo de un subconsciente que reclama de esta forma un regreso a la calma, las cosas a su sitio.

Y también pide la llegada de otras personas que, en vez de saquear, vengan realmente a sacar a España y a Castilla-La Mancha de la crisis en la que nos han hundido mucho más quienes nos engañaron hace cuatro años. Alguien para quien los ciudadanos de Castilla-La Mancha y España sean las únicas prioridades.

Aunque sea porque -válgame Dios- ya ni siquiera en Suiza están a salvo los botines de sus saqueos.