¿Una radiotelevisión pública al servicio de los ciudadanos o un juguete venenoso?

Sostiene el artículo 5 de la Ley 46/1983, más conocida como del Tercer Canal, que la actividad de los terceros canales de televisión regulados (autonómicos) se inspirará en los siguientes principios: La objetividad, veracidad e imparcialidad de las informaciones, la separación entre informaciones y opiniones, la identificación de quienes sustenten estas últimas y su libre expresión con los límites del apartado cuarto del artículo 20 de la Constitución, el respeto al pluralismo político, religioso, social, cultural y lingüístico, el respeto al honor, la fama, la vida privada de las personas y cuantos derechos y libertades reconoce la Constitución, la protección de la juventud y de la infancia y el respeto a los valores de igualdad recogidos en el artículo 14 de la Constitución.

No hace falta ser un jurista versado ni siquiera un leguleyo neófito para comprender que cada día la radiotelevisión autonómica de Castilla-La Mancha vulnera estos principios elementales, con supuestas informaciones que en realidad no son más que consignas propagandísticas, disfrazadas de noticia, que lanza el poder gobernante para castigo y vilipendio de la oposición y de la sociedad en su conjunto.

La última polémica que ha llegado a los principales medios de comunicación nacionales, donde la dirección de Informativos autorizó (o auspició) un vídeo con imágenes de una máquina picadora y otros útiles de carnicería para ilustrar, como pieza de apoyo, las últimas novedades sobre el crimen de Cifuentes en Guadalajara no es sino otro ejemplo más, macabro y de un mal gusto intolerable, que se suma a la larga lista de agravios acumulados por un ente público que ha perdido la credibilidad casi al mismo ritmo que cada mes van descendiendo las audiencias.

El hecho de que octubre de 2010 se cerrara con un 6,8 de cuota de pantalla y este año el porcentaje de penetración se haya quedado en un 4,1, según los datos facilitados por Kantar Media, no se debe a la proliferación de los canales temáticos, como ha dicho el director general, Nacho Villa, para contentar a los pocos díscolos del Partido Popular que no están conformes con esta gestión tan controvertida.

Es innegable que el rigor y la veracidad no pueden ser algo ínsito en una cadena autonómica que, diariamente, dedica ocho o diez vídeos a fustigar sin piedad a los ayuntamientos gobernados por el PSOE (y también a veces a "los comunistas", como dijo Vicente Tirado), siempre con el empeño inequívoco de mostrar parcialmente y de una forma a todas luces maquinea la realidad. Así, por ejemplo, no se puede afirmar en un intervalo de apenas dos minutos que el alcalde de Hiendelaencina "pudo ser responsable" del vertido de gasóleo porque "construyó la casa rural donde se produjo" y, a continuación, asegurar que los vecinos de Almadén (naturalmente del PP) pueden beber agua con tranquilidad y nunca han tenido problemas con la calidad. O bien afirmar en un rótulo que "al PSOE le importa un pito el nuevo hospital de Toledo", con la siguiente entradilla que por sí misma ya es reveladora de un estilo de hacer las cosas que parece encaminado a aplastar moralmente al adversario: "El nuevo hospital de Toledo vuelve a ser noticia esta tarde. Un mausoleo faraónico que se empezó a construir con materiales de lujo. El hospital más grande de Europa se ha colado en la Comisión Parlamentaria sobre los presupuestos del Sescam para el 2014. Recuerdan los azulejos portugueses que costaron 184 euros por metro cuadrado y los zócalos de marmol por los que se gastaron más de 880.000 euros. Pues esto es lo que piensa el portavoz de Sanidad del PSOE, Fernando Mora sobre ese despilfarro..."

Una y otra vez la línea editorial más dura marcada por Villa (y ejecutada sin rechistar por sus pocos colaboradores leales y sin demasiados escrúpulos de conciencia) consiste en mezclar la información y la opinión de una forma total, como si de un panfleto o periódico de partido se tratara. Y hasta podría entenderse esta orientación, esta simpatía, esta debilidad por el Gobierno del Partido Popular y este rechazo congénito, ese hartazgo, este desprecio hacia la oposición si se financiara con el dinero de empresarios particulares; podría incluso entenderse en la emisora de los obispos en los tiempos de Jiménez Losantos cuando Villa presentaba La Palestra al mediodía y llamaba a Rajoy "maricomplejines" después de perder las primeras elecciones contra un Zapatero aún desconocido y con menos contradicciones de las que luego demostraría.

Pero estamos ante un ente público, regulado por una normativa nacional, financiado por el erario (38 millones para 2014 según la Junta de Cospedal) con las aportaciones de todos los contribuyentes, que no puede de ningún modo mantener esta suerte de linchamiento moral hacia los contrincantes políticos. Canal Nou es el triste ejemplo del despeñadero al que conduce este uso y abuso de un medio de comunicación público: la sociedad le acaba dando la espalda, las audiencias se hunden y el final es el abandono o el cierre.

Igualmente, resulta llamativo que quienes antaño se rasgaban las vestiduras por la supuesta manipulación del ente público, antes de las elecciones de 2011, ahora estén callados o miren hacia otra parte cuando se les interpela. ¿Dónde está Carmen Riolobos, la siempre beligerante portavoz de los conservadores, que antaño atendía solícita a los representantes del Comité de Empresa? ¿Dónde han quedado sus acusaciones de "director propagandístico" y "censura" hacia García-Candau que algunos medios analógicos y digitales recogieron con presteza en su momento? ¿Y las críticas del ahora delegado de la Junta en Toledo, Fernando Jou, asegurando hace apenas dos años y medio que existía "un muro de silencio sobre la información del Partido Popular"? ¿Era ésta la radiotelevisión "plural y sostenible y veraz" que prometió Cospedal en la toma de posesión de Villa? ¿Una cadena especializa en la "picadora, las cacas de perro en la ciudad de García-Page y los nuevos impuestos de Juan Ávila..."?

Hablando del valor de una televisión pública, un espectador de la BBC decía que no sabía muy bien qué quería decir ser británico, pero que la existencia de la BBC le ayudaba a explicarlo. ¿Alguna vez podremos decir lo mismo en Castilla-La Mancha? La respuesta está en las escaletas diarias que parecen haberse convertido, como confiesan muchos trabajadores en la propia casa y fuera de ella, en el juguete favorito de Villa y Cospedal.